Memoria de la última guerra en Europa. Eslovenia y Croacia declararon hoy hace veinte años su independencia
Tamara Djermanovic
(Belgrado, 1965; profesora de la Universitat Pompeu Fabra, vive en Barcelona desde 1991)
Este fin de semana se cumplen veinte años del inicio de la desintegración de Yugoslavia con la proclamación de la independencia de Eslovenia y Croacia. El hecho de que Croacia se uniera en el último momento a Eslovenia anunciando su secesión, apoyada por Alemania a pesar de que la nueva Constitución croata no reconocía plenamente los derechos de la minoría serbia, fue el argumento del ejército yugoslavo para desencadenar la guerra.
En Eslovenia la guerra duró 10 días, en Croacia meses o años, según se cuente, en Bosnia-Herzegovina tres años. En Kosovo no se ha apagado la llama de intolerancia entre albaneses y serbios.
Serbia fue castigada por su protagonismo en las distintas guerras con los bombardeos de la OTAN durante 78 días en 1999. Pero fueron los propios serbios los que lograron derrocar a Milosevic y enviarlo a La Haya. La prisión del Tribunal Penal Internacional es uno de los pocos lugares donde continúa un notable mestizaje sudeslavo: entre los acusados hay serbios, croatas, bosnios, albanokosovares, macedonios, montenegrinos.
Decenas de miles de muertos, heridos, desaparecidos y exiliados es el balance del fin de la Yugoslavia unida, que se ha fragmentado en seis países: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro, Macedonia (con Kosovo, siete). La antes principal lengua oficial, el serbocroata, ha perdido su nombre y se ha transformado en cuatro nuevas lenguas: el croata, el serbio, el bosnio y el montenegrino. Antes era un país más laico y hoy –ortodoxos, católicos, musulmanes– gran parte de la población se confiesa creyente.
- Belgrado, 25 de junio de 1991.
A las siete de la tarde hablo por teléfono con mi madre que, como cada año, se ha ido de vacaciones a Bol, en la isla croata de Brach. “Estamos con amigos croatas brindando con champán por su independencia”, escuché su voz en medio de las campanas que resonaban en el trasfondo. “Hazme caso, soy periodista y jefe de turno de política interna, sé que no pasará nada”, fue el argumento con el que me convenció para dejar que mi hijo Stefan se fuera a Bol con ella, pese al delicado tema de la independencia de Croacia anunciada para esos días.
- Belgrado, 26 de junio de 1991.
Stefan y mi madre han logrado regresar desde Split, en la costa croata, con el último avión que despegó rumbo a Belgrado. No habrá más vuelos. He llorado de alegría al verlos en el aeropuerto. Han sido largas y dramáticas horas en las que hemos removido a conocidos de media Yugoslavia para asegurarnos de que van a estar entre el centenar de pasajeros privilegiados que entrarán en el aparato de Yugoslav Airlines. Miles de serbios que están de vacaciones en Croacia han intentado volver en un solo día, y en el camino por tierra ya se han levantado barricadas.
- Barcelona / Mostar, 9 de noviembre de 1993.
Grandes bloques de piedra antigua del puente de Mostar caen a las aguas del Neretva. Las granadas fueron lanzadas desde posiciones croatas. Mostar era el lugar con más matrimonios mixtos de toda Bosnia. Esta realidad ya parece inverosímil. Ahora Mostar es una ciudad derrotada, rota.
- Barcelona / Sarajevo, 5 de febrero de 1994.
Sangre, trozos de cuerpos, gritos y locura. Imágenes del mercado de Merkale, en el centro de Sarajevo. Lo he visto en el Telenoticies del mediodía en la sala de los profesores de la UPF. ¿Cómo es posible que alguien pueda disparar a los ciudadanos que están haciendo la cola para coger agua? No puedo creer lo que está pasando en mi ex país, no entiendo quiénes son unos y otros.
- Barcelona, 7 de agosto de 1995.
Hoy, con Plàcid Garcia-Planas, hemos acabado la traducción de Carta de 1920 de Ivo Andric, un relato profético que el premio Nobel yugoslavo quiso titular Carta de 1992, con lo cual hubiera acertado el año del comienzo de la guerra bosnia. Antes de cenar, TVE2 ofrecía imágenes del último drama en mi ex país: centenares de miles de refugiados serbios expulsados de Croacia en la Operación tormenta. Huyen en coches, en carros, a pie. Tras una primera oleada que alcanzó la capital serbia por la autopista Zagreb-Belgrado, la columna de refugiados fue desviada hacia el sur de Serbia, ¡por el plan de Milosevic de aumentar la población serbia que en Kosovo se erosiona vertiginosamente!
- Barcelona / París, 14 de diciembre de 1995.
Hoy se han firmado en París los acuerdos de Dayton que pretenden devolver la paz a Bosnia-Herzegovina. ¿Cómo papeles avalados por unos políticos que, en su mayoría, han sido artífices de esos mismos conflictos bélicos podrán devolver la paz, la convivencia y a los seres queridos que ya no están?
- Belgrado, 19 de diciembre de 1996.
El hecho de que Milosevic haya manipulado los resultados electorales ha provocado la furia de la población serbia, que ha salido ampliamente a la calle. Con un equipo de TV3 viajo a Belgrado y paso días y noches en medio de protestas. Por primera vez en todos estos años se vuelve a ver la cara cívica, urbana y sensata de Serbia, y yo espero que esto sea el comienzo del final de un régimen siniestro que ha abocado a la desgracia no sólo a los bosnios, albanokosovares y gente de otras naciones, sino también a los propios serbios. Milosevic se mantiene a base de dictadura y control absoluto de los medios de comunicación. Los manifestantes han arrojado huevos y pintura contra la fachada de la TV estatal; esas pantallas han servido todo lo que ha llevado a la locura colectiva.
- Barcelona / Pristina, 22-24 de septiembre de 1998.
La siniestra política con la que Milosevic administra Kosovo ha culminado en una ofensiva serbia en el centro y norte. La ONU exige a Belgrado un alto el fuego inmediato, la retirada de algunas de sus fuerzas, un diálogo político con los albanokosovares y el regreso de los refugiados.
- Barcelona / Pristina, 23 de marzo de 1999.
Los combates continúan en Kosovo por cuarto día consecutivo. El enviado estadounidense, Richard Holbrooke, da por fracasadas sus reuniones en Belgrado con Milosevic. El secretario general de la OTAN, Javier Solana, da la orden de bombardear la República Federal de Yugoslavia (Serbia y Montenegro). “¿Qué tal?”... Escucho la voz de mi hermano a quien llamo por teléfono al enterarme, en mi despacho de la Universitat Pompeu Fabra, que han empezado a bombardear Belgrado. “Pues vamos a la casa del vecino porque tiene la CNN para ver cómo empiezan a bombardearnos”, me contesta con ese humor negro y fatalista tan propio a todas esas tierras eslavas.
- Barcelona / Belgrado, 10 de octubre de 2000.
¡Milosevic ha sido derrocado! Uno de los adoquines utilizados en la revuelta popular en el asalto al Parlamento federal adorna desde hoy la vitrina del salón de mi casa barcelonesa. Me lo ha traído Sandra Balsells, reportera y amiga que ha estado todos estos días en Serbia. He hecho una fiesta en casa para celebrar el fin de un régimen que ha protagonizado el más oscuro decenio de la historia serbia. El nuevo poder democrático tendrá que desmantelar la enorme máquina de falsedades en las que se basaba el antiguo poder para poder emprender la recuperación material, espiritual y moral del país.
- Dubrovnik, 2 de agosto de 2003.
Al aterrizar en Dubrovnik procedente de Barcelona vía Roma, el policía croata ha inspeccionado con suspicacia mi pasaporte, como si viera por primera vez algo que él mismo temía hasta hace poco. El escudo yugoslavo le ha producido cierto repelús. A mí, las banderas y los escudos me emocionan bien poco. Pero sí me ha conmovido notablemente volver a la costa croata después de doce largos años de ausencia. Dalmacia es magnífica y yo vengo en condición de alguien cuya memoria también se ha forjado aquí, y no como alguien que es de una nación u otra. Creo que lo primero me da derecho a sentir amor y pertenencia a esta tierra.
- Belgrado, 28 de julio de 2008.
Después de 38 días de viaje por todos los países que componían Yugoslavia me doy cuenta de algo sobre lo que han escrito los expertos pero que yo no quería creer: Yugoslavia era una creación artificial, difícilmente sostenible. He visto muchos seres humanos insatisfechos, apagados y sufrientes, que siempre son fácil caldo de cultivo para todo tipo de fanatismos. Con este pensamiento en el aeropuerto de Belgrado, embarco en el avión. Regreso a Barcelona. Regreso a casa.
- Bled, 4 de agosto de 2010.
Regreso a Eslovenia para vacaciones estivales. La villa residencial del mariscal Tito es ahora un hotel de lujo. Paseo por el interior y no puedo evitar experimentar lo que podría sentir un católico renegado al entrar en una catedral: ante lo que nos emocionaba en la infancia siempre sentimos, como mínimo, respeto.
- Barcelona, 26 de mayo de 2011.
“¿Cuándo podemos entrevistarte en directo para el 3/24?”. me entero así de que Ratko Mladic ha sido finalmente capturado. Srebrenica es sólo el peor de los crímenes cuya responsabilidad directa es de este ex general serbobosnio. Justicia, al menos ahora.
- Barcelona, 22 de junio de 2011.
Termino de escribir estos recuerdos, veinte años después de la desaparición de mi ex país. En estas dos décadas de exilio en Barcelona he intentado aprender y explicar –explicarme– racionalmente muchas cosas que tal vez antes, en mi educación yugoslavista, ignoraba. Pero queda una pregunta a la que nunca podré responder: más allá de la heterogeneidad de los pueblos que tejían el país donde nací, ¿cómo fue posible la guerra?
La Vanguardia, 26 de junio de 2011, págs. 10-11
1 comentarios:
A las 24 de octubre de 2017, 10:38 ,
Anónimo ha dicho...
¿Como te sientes ahora en Barcelona? ¿se repite la historia?
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