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domingo, 14 de agosto de 2011

La fábrica de criminales (Erwin James)

(Escritor y ex convicto, cumplió más de 19 años de condena por asesinato).

Las imágenes en los telediarios de turbas arrasando y saqueando todo a su paso por las calles principales y los centros comerciales de una de las ciudades más grandes del Reino Unido hacen difícil estar en desacuerdo con el primer ministro, David Cameron, cuando dice que cualquier condenado por disturbios violentos debería ir a la cárcel.

Ver familias que han acabado sin techo y escuchar las súplicas de los pequeños comerciantes, cuyos establecimientos han sido destrozados y saqueados, es suficiente para disipar cualquier idea de que los responsables deberían afrontar otra pena que no sea la prisión.

Pero los penales británicos ya están llenos a rebosar. La población reclusa se mantiene en 85.578 personas y sigue aumentando. Ochenta de los 132 centros penitenciarios de Inglaterra y Gales están oficialmente abarrotados. Las condiciones son tales que el empeño de rehabilitación es limitado incluso en las cárceles más competentes. Y, en aquellas que están fracasando, las consecuencias en las prisiones y, por lo tanto, en la sociedad, son ominosas. Entre aquellos que cumplen una pena de 12 meses o menos, la media de reincidencia es del 59%. En el caso de los que acumulan más de 10 condenas, la cifra se dispara al 77%.

Si la medida del éxito del sistema penitenciario es la reducción de la posibilidad de la reincidencia tras la liberación, entonces no funciona.

Algunos están trabajando menos que otros. Por ejemplo, el informe sobre la prisión de Wandsworth, en el sur de Londres, emitido anteayer por el inspector de prisiones tras su visita sorpresa a principios de este año afirma que el trato de los prisioneros en Wanno era "degradante, inseguro y por debajo de lo que podría considerarse como decente".

Con una media de 32 incidentes de autolesión al mes y de 11 muertes en el último año, la esperanza de rehabilitación debe ser escasa, especialmente cuando los reos pasan entre 16 y 22 horas diarias encerrados en celdas de dos o tres ocupantes. No tiene demasiado sentido mandar a un alborotador a un sitio así si queremos que no vuelva a las andadas. Mucho más constructivo y estadísticamente más efectivo sería un compromiso con la justicia reparadora.

Forzar a los culpables a conocer a las familias a las que han perjudicado y a los empresarios que han herido tendría mucho más impacto que, simplemente, obligarlos a estar tirados en una celda y pasar el día viendo la televisión. Escucharían el verdadero impacto de sus acciones sobre gente que, en cualquier otro caso, seguirían siendo víctimas anónimas para ellos. Habría que forzarles a hacer varios cientos de horas de trabajo comunitario (no remunerado) para que hagan reparaciones prácticas, así podría haber alguna posibilidad de redención.

La mayor parte de los alborotadores son gente joven. A pesar de la enorme indignación colectiva por sus acciones, necesitan ser redimidos. Sus acciones son criminales, pero si todos van a prisión, sus posibilidades de futuro se perderán. El triunfo a corto plazo de David Cameron sería el coste a largo plazo de todos.

El Mundo, viernes 12 de agosto de 2001, pág. 26

jueves, 11 de agosto de 2011

La Biblioteca Nacional adelanta su hora de cierre por la Jornada Mundial de la Juventud

La BNE adelanta su hora de cierre los días 16, 18 y 19 de agosto

Los próximos días 16, 18 y 19 de agosto se adelantará el cierre de todos los servicios de la Sede de Recoletos de la BNE, incluidos la Sala de Exposiciones y el Museo, a las 14:30 horas, debido a que los actos que tendrán lugar con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud afectarán a los accesos a dicha sede.

La información publicada en Facebook por la Biblioteca Nacional

http://www.bne.es/es/NavegacionRecursiva/Cabecera/Prensa/noticias2011/CierreExtraordinario.html

miércoles, 10 de agosto de 2011

Hospital Civil: 'Se alquila' (José Luis Marcos Medina)

(Gerente provincial de la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía, IDEA)

Desde que las pasadas elecciones municipales del 22 de mayo pintaran de azul el mapa de la provincia de Málaga, los nuevos gobernantes del PP salidos de las urnas no dejan de repetir el mismo argumentario: los anteriores gobernantes, sobre todo los socialistas, fueron pésimos gestores, inútiles o despilfarradores. Argumentarios que, obviamente, no van dirigido a los regidores del Ayuntamiento de Málaga (PP) que tras 16 años de gobierno municipal han conseguido situar a Málaga entre las ciudades más endeudadas de España. Pero sí les sirve para justificar sus políticas de recortes en servicios ciudadanos (no en cargos de confianza bien pagados) y, de camino, emprender una nueva cruzada recaudatoria. Viene esto a colación del camino elegido por el flamante presidente de la Diputación, y también del PP de Málaga, Elías Bendodo, quien ha decidido solicitar a la Junta de Andalucía un canon (alquiler) de 5 millones de euros por el uso del Hospital Civil como una de las medidas estrella de su plan de austeridad. Un plan que persigue ahorrar 12 millones en un año, con lo que casi la mitad de ese ahorro lo conseguiría con el pago de la Junta. O sea, que el ahorro se lo hagan otros, en este caso la administración andaluza que, según el señor Bendodo, es una administración rica frente a la Diputación que es pobre.

Ciertamente, desde que se creó el Servicio Andaluz de Salud en mayo de 1986, todos los recursos sanitarios existentes y distribuidos en diferentes administraciones, Seguridad Social, diputaciones provinciales, ayuntamientos, etc., pasaron a formar parte de una misma red: el SAS. La Diputación dejó de tener competencias sanitarias por lo que la integración del Hospital Civil en el SAS era el único camino posible, y a ese fin se iniciaron negociaciones entre la Junta de Andalucía, la Diputación, la Universidad y los representantes de los trabajadores del propio hospital. Tuve el honor de participar en dichas negociaciones que se desarrollaron a lo largo del último trimestre del año 1988. Son muchos los aspectos que cabría destacar de aquellos acontecimientos, pero me quedo con uno, la contundente y unánime reivindicación que hicimos los trabajadores para que el Civil continuara teniendo uso sanitario, frente a algunos que entendían que no sería necesario una vez se abriera el Hospital Clínico.

El comité de empresa del Civil convocó entonces a los ciudadanos de Málaga que, en una de las manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan en la ciudad, consiguieron que Hospital Civil siguiera prestando asistencia sanitaria. Desde aquel momento el Civil pasó a ser más que nunca patrimonio de los malagueños.

El Hospital Civil, señor Bendodo, es patrimonio de los malagueños, forma parte de la historia sanitaria de Málaga y de la Historia (con mayúsculas) de la ciudad. No puede ser moneda de cambio ni tampoco motivo de confrontación, en lo que mucho me temo puede acabar este tema.

Le propongo una cosa, señor Bendodo, ya que la Diputación tiene un hospital, pero no tiene competencias sanitarias y la Junta tiene competencias sanitarias pero no es propietaria del hospital, lleguen a un acuerdo de cesión patrimonial. De esa manera la Diputación se desprende de un inmueble que no utiliza pero que sí le supone gastos, y la Junta recibe un hospital que sí utiliza y le brinda la oportunidad de dotarlo con nuevos equipamientos que, junto al Hospital Materno Infantil y el propio Hospital Civil, harían del entorno una ciudad sanitaria en el corazón de Málaga. Es una propuesta. Otra propuesta: deje las cosas como están.

Sur, martes 9 de agosto de 2011, pág. 20

martes, 9 de agosto de 2011

Somalia. Morir en la lucha por comer

Eduardo S. Molano

La desesperación causa violentos enfrentamientos entre los refugiados somalíes durante la distribución de alimentos.

Solo. En eterna mirada hacia el océano Índico, el gigante de hierro Ilyushin Il-76 permanece atrapado. Desde hace cuatro años este aeroplano bielorruso -accidentado en el aeropuerto de Mogadiscio durante la guerra civil- se ha convertido en la inerte metáfora de la capital somalí. Ausente el Estado y con la anarquía convertida en bandera política, en todos estos años nadie ha podido mover su armazón de la única pista de aterrizaje de la que disfruta el aeródromo. Nadie tuvo nunca el dinero para hacerlo.

Como el aeroplano bielorruso, Kutubo Aden también fue forjada en acero. "Junto a mi hermano y doce hijos caminé durante 18 días hasta llegar a Mogadiscio desde la región de Bakool. En el camino perdí a tres de mis vástagos", asegura a ABC esta anciana residente en el campo de desplazados internos de Badbaado -el término refugiado se emplea para los que provienen de otro país. Pero ni siquiera aquí han encontrado la seguridad que buscaban, ya que el hambre y la desesperación llevan a los somalíes que viven en la capital a lucha entre ellos por conseguir alimento. En este campamento, al menos diez personas fallecieron y quince resultaron heridas el pasado viernes después de que tropas gubernamentales abrieran fuego contra la población civil, en su intento de frenar un conato de rebelión durante la distribución de comida.

Bishar Abdi Sheikh personifica la miseria de esta hambruna. Durante once días, este anciano de 63 años caminó junto a otras tres familias huyendo de la localidad de Buole -Lower Jubba-. Seis personas murieron en el trayecto. Ni una lágrima se asoma en el rostro de Abdi al recordarlos. Según Naciones Unidas, tras la sequía de este año -ha llovido un 30 por ciento menos que en el período 1995-2010-, el este de África se enfrente a la peor hambruna de los últimos 60 años, con cuatro millones de personas afectadas. Sin embargo, la ayuda política y económica -no las limosnas- continúan sin llegar. "Las agencias no nos ayudan", denuncia a este diario Abdulkarim Moalli, líder del grupo paramilitar "Al Suna", quien combate desde hace meses a las milicias de Al Shabab. Es éste un grupo considerado la rama de Al Qaida en el Cuerno de África, y que a finales de la semana pasada anunció su retirada de la capital somalí hacia las provincias del sur. Para Moalli, la medida no es real. "No se han ido, simplemente han cambiado su táctica. Ahora se mezclan con la gente a la espera de lanzar un ataque definitivo en los próximos días", denuncia este líder militar.

- Batalla sin fin.

No resulta ilusorio. Vilipendiados por el eterno cliché de muerte y miseria, cada uno de los residentes en Mogadiscio es víctima de una batalla sin cuartel entre clanes y milicias por hacerse con el control de la región. Ayer mismo, y a pesar de la anunciad salida de Al-Shabab de la capital, la milicia islamista se enfrentó con las fuerzas gubernamentales y las tropas de la Misión de la Unión Africana en uno de los barrios de la ciudad. Un portavoz de la Unión Africana aseguró que las fuerzas del gobierno controlaban ya el 90 por ciento de la capital. Sin embargo, algunos vecinos afirmaron que en otras zonas los milicianos habían logrado avances. El enviado especial de las Naciones Unidas para Somalia, Augustine Mahiga, advirtió de que Al-Shabab seguía suponiendo una amenaza, a pesar de su supuesta retirada.

Las viviendas de Mogadiscio, agujereadas -moral y materialmente- por las balas de una guerra que se prolonga desde 1991 apenas recuerdan ya la gloria pasada. "De ser una de las ciudades más bellas en la década de los 70, nos hemos convertido en el espanto del mundo" -reconoce uno de sus residentes. Hassan Abdul, miembro de la oficina Presidencial-. "Y es ahora cuando solo nos queda luchar por recuperarla". Mientras, en el aeropuerto de Aden Adden, un nuevo envío de ayuda humanitaria se asoma a sus puertas. Sin embargo, al final de la pista de aterrizaje, el gigante de hierro Ilyushin Il-76 le da la espalda. Cuatro años después, nada nuevo bajo el sol.

ABC de Sevilla, lunes 8 de agosto de 2011, pág. 47