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viernes, 24 de junio de 2011

Y ahora, la crisis de confianza (Montserrat Domínguez)

Escuché la historia de Marisa en la Ser. Le contaba a Carles Francino que estuvo 14 años pagando religiosamente la hipoteca de su casa, hasta que por enfermedad pasó de tener un poder adquisitivo alto a ser pensionista. Intentó que el banco le adecuara la cantidad que pagaba mensualmente, pero sólo con la presión de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que están protagonizando movilizaciones en toda España, consiguió evitar el desahucio. Ahora sigue en su casa, que ya no es suya sino del banco, y paga un alquiler mensual: ha conseguido evitar ser arrojada a la calle con sus dos hijos. Marisa contaba que siempre se había fiado del director de su banco: "Es como un segundo padre: tiene tus finanzas, así que te asesora, te aconseja, y tú le haces caso. Cuando pedí la hipoteca me dejaron endeudarme mucho más de lo razonable: me ofrecían hasta un viaje al Caribe. Luego, si te he visto no me acuerdo".

La historia de Marisa es la letra diminuta del gran fraude, pero sobre todo refleja una marea de fondo que está envenenando nuestra sociedad: una descarnada crisis de confianza. No nos fiamos ya de nuestros bancos; los bancos no se fían ni fían ni a los particulares, ni a las empresas ni a los gobiernos; estos han perdido la confianza de sus votantes, y un grupo cada vez más estruendoso, numeroso y desarticulado de ciudadanos desconfía directamente del sistema.

Confianza es la esperanza firme que se tiene en alguien o en algo, dice la Real Academia Española. O la seguridad que alguien tiene en sí mismo. También el ánimo, el aliento, el vigor para obrar. Era cuestión de tiempo que la crisis financiera se convirtiera en una crisis económica que tiene estrangulada a la economía real, para empezar a transformarse en una crisis social. Es la crisis de la confianza, cuando los fundamentos en los que basamos nuestra convivencia, la confianza en los otros y en las instituciones, deja de funcionar. "¡No nos representan!", "¡no les votes!", "¡nuestros sueños no caben en vuestras urnas!", gritan los indignados. Al mismo tiempo, otros airados –euroescépticos, ultranacionalistas, populistas– entran a través de las urnas en los ayuntamientos y parlamentos de media Europa cuestionando los viejos partidos y sus clásicas alianzas. A los sindicatos les roban la cartera: miran ojopláticos como el movimiento 15-M debate si convocar una huelga general el próximo 15 de octubre. "¡No pueden!", exclaman mientras consultan las leyes. Claro que pueden; encontrarán la manera, porque la protesta social ya no obedece a los cánones clásicos.

Tanto a Zapatero como a Rajoy se les llena la boca con la palabra confianza, pero utilizan el término como arma arrojadiza para reprocharse mutuamente la falta de eficacia a la hora de ofrecer una imagen sólida de país, y así ahondan en la desafección. Un nuevo gobierno, en otoño o en primavera, podrá cambiar muchas cosas, pero no restituir de la noche a la mañana la confianza social que estamos perdiendo a paladas.

- El drama griego.

La crisis de confianza alcanza su paroxismo en Grecia: los conservadores por un lado, y los manifestantes, por otro, aplican la pinza sobre Papandreu para complicar aún más el plan de adelgazamiento que impone Bruselas. El problema es que nadie se cree que este segundo rescate vaya a ser más efectivo que el primero: se repiten fórmulas fracasadas para ganar tiempo. ¿Por qué nadie confía en este segundo plan?

- ¿Adiós a Saab?.

Sólo un acuerdo con empresas chinas del sector, pendiente del visto bueno de las autoridades, puede sacar de la agonía a la sueca Saab. La fabricante de automóviles no puede ya hacer frente a las nóminas, y ha tenido que cerrar parte de la producción en los últimos meses por no poder pagar a los proveedores. Toda una señal de la importancia creciente de China en el tejido industrial europeo.

- 'Yes, we Spain'.

Carlos Latre arrasó en Barcelona y lo hará en Madrid, donde acaba de aterrizar con su tour de force: 74 personajes a los que más que imitar, interpreta, en hora y media de show unipersonal a un ritmo frenético. Algunos de los personajes recreados estuvieron en el estreno madrileño: las carcajadas y los aplausos son continuos. El fresco cañí que dibuja resulta tan punzante como liberador de complejos y traumas.

http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20110624/54175842054/y-ahora-la-crisis-de-confianza.html

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