Alfredo y la socialdemocracia populista (José Maria Triper)
No había más que ver las caras de satisfacción de barones como Javier Solana, Manuel Chaves, José María Barreda, Marcelino Iglesias o Pepe Griñán para comprobar que la estrategia de recuperación del socialismo, iniciada en ese mitin de Valencia, había culminado y la socialdemocracia felipista volvía a ser la razón de identidad de un partido al que las demagogias, las indecisiones, las contradicciones, los engaños y los múltiples bandazos de ocho años de “zapaterismo” habían dejado sin identidad, sin ilusión y sin programa.
Y eso es, precisamente, lo que buscaba el candidato el sábado. Recuperar la ilusión de los votantes sobre la base de la recuperación de la identidad perdida y el esbozo de un proyecto de programa inspirado en los presupuestos de la socialdemocracia pero sazonado con controladas dosis de populismo y guiños a la izquierda y a los “indignados” del 15-M. Que todo vale para afrontar esta “misión imposible” de dar la vuelta a las encuestas.
Un discurso el de Rubalcaba en el que perfiló los ejes de su proyecto político: dedicar parte del beneficio bancario a crear empleo, recuperar el impuesto del patrimonio para los más ricos y reformar el sistema electoral. Un modelo de “escuchar, hacer y explicar” que se desarrollará durante la campaña que arrancará tras el verano con la Conferencia Política, y que, como apuntaba acertadamente Gaspar Llamazares fue una auténtica moción de censura a Zapatero, mal disimulada con un abrazo para la galería entre ambos líderes que, a más de uno de los asistentes, le recordó a la Rendición de Breda.
Hábil estratega y curtido en mil batallas internas y exteriores, Alfredo es un animal político de los de antes. Nada que ver con la mediocridad imperante hoy en la clase política española. Buen parlamentario y con capacidad de gestión, ha buscado, de inmediato, unos referentes fácilmente identificables por los electores y un chivo expiatorio sobre el que descargar las responsabilidades de los recortes sociales y de la penuria económica a que nos han conducido los errores de un gobierno del que él todavía hoy forma parte. Y ese chivo expiatorio son los bancos. “Pronto, muy pronto”, dijo el candidato, “habrá que pedirles a las cajas y los bancos que den una parte de sus beneficios para la creación de empleo.” Una perla del socialpopulismo, que acompañó con la promesa de que “habrá dinero” ya que “los bancos y las cajas pueden y los jóvenes no pueden esperar”.
Como también suena a socialdemagogia populista la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, aunque en esta ocasión dirigido a los “grandes patrimonios que existen y que, afirmó, tienen que colaborar con aquellos que más han sufrido en la crisis”.
Y, como no podía ser menos, el giro controlado hacia la izquierda del discurso se centró directamente sobre el paro. El principal problema de los españoles y que definió como “lo urgente”, es decir, la prioridad de la nueva política del PSOE, para después dar paso a las condiciones para la creación de “una economía sana y competitiva”, a unas mejoras de la igualdad de oportunidades y unos cambios en la política y en la democracia.
Y es en este punto, donde Pérez Rubalcaba esbozó, sin concretar, algunas de esas “soluciones” que dijo tiene para la creación de empleo, al apuntar que las energías renovables, el cambio climático y las personas mayores son los tres sectores en los que, en su opinión, puede producirse una mayor creación de empleo en los próximos años.
- Eurobonos.
Y para demostrar que sabe escuchar, como dice su eslogan de campaña –hacer y explicar ya veremos si le dejan-, Rubalcaba recogió el reto de los “indignados” del 15M para pedir a sus compañeros de partido “austeridad pública y privada”, al tiempo que avanzó que en la conferencia política que celebrará el PSOE en septiembre y de la que saldrá el programa electoral se abordará un cambio en el sistema electoral para que sea “más proporcional y más cercano”.
Eso sí, para evitar caer en excesos y, consciente de que los ecos de su discurso se escuchaban también en Bruselas y el FMI, Alfredo aseguró que cumplirá con el pacto de los países del euro para reducir el déficit e hizo una defensa cerrada de la política como medio para “cambiar el mundo”. “Hay gente que razonablemente duda de que los votos sean más importantes que los mercados”, dijo, añadiendo que los políticos debían recuperar el control.
Propuso también bonos de la zona euro para defenderse de los especuladores, una fórmula que ya ha sido descartada por líderes europeos mientras buscaban respuestas a las crisis fiscales de Grecia, Portugal e Irlanda, que han amenazado con arrastrar a España.
Como no podía ser menos en un socialista que se precie, el candidato defendió decididamente la sanidad pública, que calificó de “sagrada e intocable”, y se comprometió a no cambiar ninguna de las leyes educativas en vigor aunque propondría cambios en la selección del profesorado para asemejarla a la formación de los médicos españoles. Habría que recordar, a este respecto, que él fue, en su etapa de ministro de Educación con Felipe González, uno de los artífices del actual modelo educativo que, por cierto, nos ha colocado a la cabeza del fracaso escolar de la Eurozona.
- El efecto Rubalcaba .
A sus 59 años, Alfredo Pérez Rubalcaba asume ahora los dos retos más difíciles de su dilatada vida política, relanzar un partido semihundido y cambiar el signo de unas encuestas que dan por ganador al Partido Popular que, hoy le saca hasta 14 puntos de diferencia, tras la dura derrota electoral en los comicios autonómicos y municipales del pasado 22 de mayo.
Para ello, además de con las ideas apuntadas en su discurso de proclamación, cuenta con el apoyo de la mayoría de los barones del partido y ya ha consolidado un núcleo duro en el seno del Gobierno, en el que figuran dos de sus clásicos, como el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, y el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui. Y a ellos hay que sumar al ministro de Trabajo, ValerianoGómez, y al de Fomento, José Blanco.
Valeriano está tomando ya un destacado protagonismo como portavoz del giro a la izquierda que pretende vender el candidato, quien cuenta con él como puente para recomponer las relaciones con la UGT. Y respecto a Blanco, que también se ha puesto a la cabeza de la cruzada contra las entidades financieras, quienes conoce bien a ambos coinciden en destacar su buena sintonía con Rubalcaba y su alejamiento progresivo de las tesis del presidente del Gobierno.
Con estos mimbres los socialistas esperan que el “efecto Rubalcaba” logre recuperar la confianza de sus votantes, desencantados con la gestión de Rodríguez Zapatero. Además, Alfredo sabe que ha llegado su momento. Por eso ha terminado por aceptar los consejos de Felipe González y otros compañeros de la “vieja guardia” que le habían recomendado públicamente no quemarse más y marcar distancias con el Gobierno y con su Presidente. Es consciente de que, ahora sí, ha empezado su carrera hacia La Moncloa, que es uno de los políticos mejor valorados de los españoles, y no oculta que lo tiene muy difícil, pero Rajoy sigue sin despegar en las encuestas sobre la valoración de líderes y, como él mismo recordó el sábado, “en esta campaña electoral nada está escrito y nada está decidido de antemano”.
El Economista, 11 de julio de 2011, pág. 58
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