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jueves, 14 de julio de 2011

CE0E aplaza las reformas internas por falta de dinero para los despidos

José María Triper

La patronal tiene que ajustarse el cinturón por la morosidad en el pago de cuotas de sus asociadas.

La cúpula de la organización empresarial debate hoy el repunte moderado de los costes laborales.

Las dificultades económicas de las empresas se han trasladado también a la CEOE, donde el presidente de la patronal, Juan Rosell, se ha visto obligado a aplazar sus planes de reestructuración interna de una organización empresarial que, él mismo ha comentado a sus colaboradores de Foment del Treball, está llena de funcionarios.

La modernización de la patronal española fue uno de los principales compromisos de Rosell en la campaña que le llevó a sustituir a Gerardo Díaz Ferrán al frente de CEOE, y su intención primera era acometer la necesaria reforma de la estructura y el aparato de la sede nacional antes del verano.

Un plazo al que se ha visto obligado a renunciar ante la falta de recursos económicos para poder pagar los costes del ajuste, entre ellos, las indemnizaciones por despidos a que obliga la proyectada reducción de personal.

Miembros de la cúpula de CEOE no ocultan que la patronal está empezando a tener dificultades de Tesorería, no de liquidez, ante la fuerte morosidad de las organizaciones miembros de la Confederación, de las que una inmensa mayoría todavía no ha satisfecho el pago de sus cuotas correspondientes al año 2010.

Además de la morosidad interna, la crisis económica ha mermado también los ingresos de la patronal en concepto de ayudas, subvenciones y programas, por lo que la reforma de la organización deberá esperar, al menos hasta después del verano, y se hará “pausadamente, muy poco a poco”, en palabras de un dirigente empresarial próximo al entorno presidencial.

- Acercarse al empresario.

La reforma, que Rosell está ultimando con sus más directos colaboradores se ha diseñado bajo el principio de la austeridad, lo que implica la reducción de cargos directivos, muchos de los cuales se mantienen desde el primer mandato de José María Cuevas, y alguno, incluso, heredado de la etapa fundacional de Carlos Ferrer Salat.

Rosell no oculta, en su entorno, que CEOE necesita más agilidad, más cercanía a los problemas reales de los empresarios de a pie, y que su reto es “cambiar los funcionarios por gestores”.

En base a ese principio de austeridad, el líder de la patronal redujo de 21 a 9 el número de vicepresidencias de la organización, rompiendo la tendencia a incrementar cargos y representaciones que había marcado la gestión de sus predecesores inmediatos, incluido GerardoDíaz Ferrán.

Además, en el horizonte inmediato de Juan Rosell está, siempre que las condiciones lo permitan, reducir el amplio organigrama de 19 comisiones y tres consejos que conforman la división técnica y de estudio de la CEOE, a un grupo más reducido que estará liderado por una o dos vicesecretarías generales. Ambas dependerán jerárquicamente del secretario general, José María Lacasa.

Al margen de la restructuración del organigrama, Rosell ha puesto en marcha una comisión de control económico interno, con el objetivo fundamental de reforzar los mecanismos de control del gasto para sanear las cuentas de la organización.

Aunque en círculos empresariales se había comentado la posibilidad de que la reestructuración interna fuera uno de los temas a debatir en la reunión ordinaria de la Junta Directiva convocada para hoy, las dificultades económicas han aconsejado su no inclusión en el orden del día, en el que si figura el debate de un informe realizado por el Departamento de Economía sobre los costes laborales.

En dicho informe se analiza el repunte, hasta el 0,8 por ciento, experimentado por el coste laboral durante el primer trimestre de este año, que se elevó a 2.486,60 euros por trabajador y mes, y que “interrumpe el proceso de moderación registrado en 2010”.

A pesar de este ligero crecimiento, los técnicos del Servicio de Estudios de la organización reconocen que “los ritmos de crecimiento permanecen en niveles relativamente bajos, en comparación con los fuertes incrementos de los años anteriores a 2010”.

El Economista, 13 de julio de 2011, pág. 25

Para ganar el futuro (Nicolás Redondo)

(Nicolás Redondo Terreros es presidente de la Fundación para la Libertad y de 1997 a 2001 fue secretario general del PSE-EE / PSOE)

En tanto que militante desde hace muchos años, no sé si demasiados, me gustaría reflexionar con ánimo positivo sobre el próximo futuro del Partido Socialista. En tiempo de desolación, no hacer mudanza es una máxima de Ignacio de Loyola, tan repetida como contraproducente. La cercanía de las próximas elecciones generales, la uniformidad del castigo a las listas del PSOE, el 22-M y la tendencia humana a la parálisis ante una circunstancia adversa, impiden al Partido Socialista realizar una reflexión serena pero profunda, sincera sin ser desgarradora, valiente pero no temeraria, sobre los resultados de los últimos comicios.

Los responsables de mi partido no parecen comprender que una vez que la opinión pública se vuelve adversa, importa poco si lo que se hace está bien o mal; se inicia, sin remedio, un proceso de separación entre la formación política y sus apoyos. Los intentos de enfrentarse al tsunami de deserciones sociales se convierten en fracasos, coloreados de nostalgia. El asunto es tanto más comprometido si quienes tienen la responsabilidad más alta están comprometidos con el pasado rechazado por la sociedad y no tienen margen para una renovación radical, que no debe confundirse con criterios de edad - ¡cuántos jóvenes han construido en España sus rutilantes carreras políticas repitiendo los viejos lemas de quienes dieron brillo a la historia de sus respectivos partidos!- haciendo increíbles monumentos de cartón piedra de lo que fueron ideas impulsadas por la convicción, el compromiso y la verdad de unos corazones que querían lo mejor para su país.

El resultado de las municipales y autonómicas no se debe a unas medidas duras e ingratas para superar la crisis, sino a la incapacidad manifiesta de convocar e integrar a una gran parte de la sociedad en el esfuerzo para combatirla. Esta imposibilidad tiene consecuencias más profundas y complejas. La sociedad española no está vertebrada ni unida para el esfuerzo colectivo y esta realidad es el fruto de nuestra historia, pero también de políticas -nadie está exento de responsabilidad, aunque tiene más quien gobierna- poco o nada consensuadas. Es imposible pedir una reacción uniforme a la sociedad cuando durante años las políticas sobre el terrorismo han sido motivo de discusión, las autonomías han generado más división que acuerdo o la política de revisar nuestro complejo pasado ha sido dictada por la unilateralidad partidaria y el sectarismo. Hoy nos encontramos con una sociedad que responde a los dictados ideológicos y poco o nada a los impulsos nacionales o patrióticos o, siendo benevolentes, con unas formaciones políticas que llaman a los suyos en contra de los otros y no a la mayoría para una tarea común.

Ante ese panorama, el PSOE debe plantearse qué papel está dispuesto a desempeñar en nuestro país. Por lo que vemos, habrá muchos militantes y dirigentes que verán la solución a nuestros problemas en un giro a la izquierda y en un partido confederal, condicionados por la fuerza del hecho autonómico. Yo no creo en esta sencilla, irreal e infantil solución, no creo que debamos ser el partido de los más desfavorecidos sino la organización que represente a quienes quieren dejar de serlo y mejorar, ellos y sus hijos. No creo en la incompatibilidad entre la ambición individual y la solidaridad, entre buscar el éxito personal y preocuparse por los demás, entre optar por el mérito y el progresismo. Creo, al contrario, que es compatible la sociedad del bienestar, definida por quien recibe los servicios denominados sociales y no por quien los da, con la iniciativa privada y la capacidad emprendedora de los ciudadanos; es más, creo que es la única manera de avanzar sólidamente hacia un futuro mejor para la mayoría.

Para ese cambio, que en mi opinión es una vuelta a los mejores ideales de nuestros fundadores -sería conveniente no olvidar que fueron muchos y de diferentes pensamientos los que colaboraron con Pablo Iglesias en la fundación y engrandecimiento del PSOE- son necesarios dirigentes con el pulso moral suficiente para arriesgarlo todo por sus ideas, también su carrera política, poniendo todo su esfuerzo en el empeño.

De la misma forma, desde el respeto y el apoyo a la estructura autonómica de España, los partidos nacionales deben garantizar una visión de conjunto, un discurso de país, una idea nacional imprescindible en un sistema complejo como el nuestro. No debemos conformarnos con ser el partido que más se parece a España, -eslogan desafortunado que se ha manejado con soltura intrépida-, sino el partido que haga mejor a España.

No se me oculta que los dirigentes actuales del PSOE no están hoy en condiciones de llevar a cabo esta tarea. El candidato Alfredo Pérez Rubalcaba, en cuya capacidad siempre he creído, tiene bastante con sortear el día a día hasta las próximas elecciones generales. Pero Rubalcaba junto con dirigentes acostumbrados a hacer política de verdad como Patxi López, además de otros que están presentes en la política actual y algunos que se jubilaron prematuramente -no es el caso de quien firma este artículo-, pueden dar todavía mucho de sí mismos y colaborar en esa refundación que será inevitable después de las próximas elecciones generales si los resultados son tan adversos como los hechos parecen pronosticar.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/ganar/futuro/elpepuopi/20110713elpepiopi_5/Tes