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viernes, 5 de agosto de 2011

Hallan en la frontera de Melilla a un inmigrante oculto en el interior de un bolso de viaje

La Guardia Civil descubrió a un inmigrante oculto en el interior de un bolso de viaje, totalmente contorsionado, en el maletero de un vehículo conducido por un familiar que se disponía a cruzar la frontera entre Melilla y Marruecos.

Según informó el portavoz de la 2006 Comandancia, la intervención se desarrollo en la Aduana de Beni-Enzar, al procederse al control selectivo por parte de los guardias civiles de servicio en el lugar, de un turismo de pequeño tamaño, marca Seat y modelo Córdoba, de color blanco y placas de matrícula española, que en esos momentos pretendía accede a la ciudad autónoma procedente de Marruecos, ocupado por su conductor, un varón, acompañado de una mujer y un niño de un año de edad.

Al iniciarse el reconocimiento por la zona del maletero, tras su apertura, los agentes apreciaron que iba lleno de maletas y bolsos a modo de equipaje, percibiendo el guardia vil actuante "un levísimo movimiento" en un bolso de color rojo que se ubicaba sobre otros, que le indujo "sorpresa y asombro", por lo que solicitó al conductor que lo abriese, "comprobando que en su interior se encontraba una persona completamente contorsionada, que fue auxiliada al salir" explicó el portavoz policial.

En el momento del auxilio de esta persona, según la citada fuente, presentaba síntomas de desorientación, nerviosismo y respiración agitada, además se encontraba completamente empapado de sudor, producto del exiguo espacio en el que se encontraba, encajonado dentro del bolso de deporte, apilado entre otros y sin ventilación para coger aire.

No obstante su estado es "bueno y no ha necesitado de asistencia médica". La persona localizada es un joven de nacionalidad marroquí y tiene parentesco con el conductor del vehículo también de nacionalidad marroquí, con tarjeta de residencia comunitaria en España, en concreto en la provincia de Barcelona, hacia donde se dirigía con el vehículo y su familia de retorno de las vacaciones, contando con los billetes para su embarque, por lo que se presume que ésa era la intención.

Ideal, jueves 4 de agosto de 2001, pág. 30

Ciento cinco (105) (Julio Grosso Mesa)

Cumplir ciento cinco primaveras es algo realmente excepcional. Casi insólito. Sólo hay un lugar en el mundo donde la longevidad llega a ser algo cotidiano, perdiendo incluso su carácter extraordinario. e trata de la prefectura de Okinawa, la región más austral de Japón, que está integrada por 160 islas, de las que sólo cuarenta y cuatro están habitadas.

Las estadísticas y los estudios científicos no dejan lugar a dudas. Okinawa registra la mayor concentración de centenarios del mundo: 61,03 por cada 100.000 habitantes. La esperanza de vida media de las mujeres supera los 86 años. Los problemas cardiovasculares son escasos, el índice de infartos, cáncer de mama y de próstata se sitúa muy por debajo de la media nacional.

La receta para la longevidad de los habitantes de Okinawa parece sustentarse en la conjunción de ciertos genes y, sobre todo, en cuatro elementos clave: alimentación adecuada, práctica habitual de ejercicio a lo largo de toda la vida, potenciación de la autoestima social y de la vida espiritual y un cuidado y asistencia mutua entre los propios ancianos.

El escritor granadino Francisco Ayala podía haber nacido en el Pacífico, a mil kilómetros al Sur de Tokio, en una de las pequeñas aldeas diseminadas en el interior del a selva subtropical de Okinawa. Hubiera sido uno de sus vecinos centenarios. Con suerte, habría cumplido esta primavera ciento cinco años.

De haber nacido nipón, Ayala hubiera circulado por los estrechos caminos de las islas subido en una bicicleta, pero además gustaría de andar y seguramente, de pescar. Y como muchos otros japoneses, hubiera llevado una vida muy relajada, meditando, cultivando el optimismo y el sentido del humor, manteniendo una red tupida de lazos con sus familiares y con la propia comunidad (el yuimaru, o círculo de relaciones).

De los cuatro elementos clave enunciados, Ayala compartiría con los japoneses, sin lugar a dudas, el cuidado de la autoestima social y de la vida espiritual. Es una faceta que no descuidó ni un segundo en sus 103 años de vida, a pesar de su origen occidental. Su catálogo de amigos es sorprendente. Su obra fascinante.

La comida frugal, sin grasas ni muchas calorías, con abundantes frutas, hortalizas y pescado es un precepto de muchos centenarios japoneses. Algunos evitan incluso la leche y el azúcar, bebiendo té verde y hasta 12 vasos de agua diarios. Ayala no ha llegado nunca a ese extremo, pero ha sabido siempre moderarse en sus costumbres, y en la vida, sin perder nunca sus principios. La moderación ha sido la clave de su supervivencia en los tiempos revueltos que le tocaron vivir, primero en la Alemania nazi y luego, en la España convulsa de los años 30 y la Argentina populista de Perón.

El llamado "modelo Okinawa" de envejecimiento es objeto de atención científica internacional desde hace décadas. La vida y obra de Francisco Ayala nos interesa mucho a unos pocos, desde hace ya algún tiempo. En concreto, ahora se cumples los primeros cinco años de la celebración pública de su centenario y del relanzamiento de su Fundación, a la que se dotó entonces de una sede permanente en Granada, al tiempo que se profesionalizó su gestión, se modificaron sus estatutos y se regularizaron sus presupuestos.

El balance de este primer lustro da como resultado una satisfacción "moderada" -muy en la línea del propio autor granadino- sólo por la amplitud de la tarea pendiente: "custodiar el legado creativo, intelectual y material de Francisco Ayala, cifrado en sus obras -literarias y científicas- y en los objetos y documentos que testimonian su presencia en el mundo de la cultura, como representante muy destacado de un tiempo histórico de la vida nacional e internacional".

Pueden contarse algunos datos de lo logrado estos cinco años. La página web de la Fundación www.ffayala.es ha recibido más de 78.000 visitas. La biblioteca, que incluye el legado personal del propio autor, cuenta con casi 3.000 volúmenes. Se han celebrado catorce talleres, dedicados a la formación de monitores de grupos de lectura, a la traducción literaria, a la crítica cinematográfica y a la edición de textos, con la asistencia de más de 200 participantes y veintiún ponentes.

Desde la inauguración de su sede, en marzo de 2007, han visitado el Palacete de Alcázar del Genil 119 grupos con algo más de tres mil participantes, la ruta literaria por la Granada de Francisco Ayala se ha realizado en treinta y nueve ocasiones. Desde 2008 la Fundación convoca anualmente, en colaboración con le Ministerio de Cultura, cuatro becas de ayuda a la investigación para trabajos sobre Francisco Ayala.

En 2010 aparecieron los tres primeros títulos de los Cuadernos de la Fundación Francisco Ayala, coeditadas con la UGR. En torno al archivo personal de Francisco Ayala, cuyos fondos están siendo digitalizados, la Fundación ha venido desarrollando dos programas complementarios: la elaboración de una detallada cronología de la vida y obra del autor y la serie documental de televisión Testimonios Orales, compuestas por entrevistas a destacados amigos, familiares y alumnos.

Dentro de esta breve memoria de actividades, destacan los numerosos actos programados en 2006 para la celebración del Centenario, el 16 de marzo, y los homenajes y recuerdos con motivo de su fallecimiento, el día 3 de noviembre de 2009, que extendieron la celebridad del granadino fuera de los círculos académicos y literarios. Todos estos programas han ido concretando los objetivos enunciados hace un lustro para promover el estudio y la difusión de su obra. El balance es "moderadamente" brillante.

Cumplir ciento cinco primaveras es algo realmente excepcional. Casi insólito. Cumplir cinco años es relativamente sencillo. Para una Fundación supone su fase de entrenamiento. Ahora, el compromiso de las instituciones que l sostienen y que representan a la sociedad en su Patronato deberá mantenerse en el futuro, en tiempos poco favorables para cualquier economía, y en especial, para la cultura sin espectáculo y para el pensamiento no consumible.

La Fundación Ayala debe aspirar, como don Francisco, a la longevidad. Cultivando el optimismo y el sentido del humor ayalianos, manteniendo una red tupida de lazos con su propia comunidad, como hacen en Okinawa. Conduciéndose siempre con moderación en todos sus actos, con absoluta sencillez, pero sin perder nunca sus principios, como hizo el propio Ayala toda su vida. Así, la Fundación vivirá más de cien años. Ciento cinco. ¿Por qué no?

Ideal, jueves 4 de agosto de 2011, pág. 25