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martes, 12 de julio de 2011

Alberto Núñez Feijóo: "El Gobierno quiere que las regiones asumamos sus recortes"

Carmen Morodo

"Sin un pacto urgente, no habrá dinero para financiar servicios públicos".

Entrevista a Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia.

- Cuando quedan meses para agotar la Legislatura usted plantea un pacto de concentración. ¿Por qué?

–Hay que alcanzar un acuerdo urgente para sanear las cuentas públicas y para que el sistema sanitario sea financiable. Si no lo conseguimos, esas dos partidas del Presupuesto no entrarán. No cumpliremos los criterios de déficit público y no tendremos dinero para financiar los servicios públicos esenciales.

–¿Y qué margen hay para que PSOE y PP alcancen un acuerdo que han sido incapaces de sellar en cuatro años?

–Tenemos margen en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, en el que están todos los consejeros de Hacienda.

–No le preguntaba por el órgano, sino por la voluntad política de todos para conseguirlo.

–Aunque un Gobierno lleve mucho tiempo instalado en el error y en el fracaso uno no pierde la esperanza de que flote en alguna ocasión. El presidente del Gobierno dijo en el Debate del Estado de la Nación que va a seguir haciendo las reformas necesarias para frenar las turbulencias financieras, y está ante su última oportunidad. Todos los presidentes autonómicos queremos hablar con él para ver cómo hacemos unas cuentas creíbles en 2012 que nos permitan mandar un mensaje de credibilidad a los mercados y que ayuden a bajar el diferencial de nuestra deuda.

–Uno de los problemas son las comunidades, que son las que más se están desviando de la previsión de déficit.

–No es cierto. El Gobierno se ha dado un margen del 6 por ciento de déficit público y a las comunidades sólo les ha dejado un 1,3 por ciento.

–Pero ésas son las reglas y habrá que cumplirlas, ¿no?

–Unas reglas impuestas unilateralmente por una parte. No puede ser que el Estado se permita hasta un 6 por ciento de déficit y a las comunidades, que gestionan todos los servicios públicos, se lo limite al 1,3. Y no puede ser que el Estado cumpla su objetivo de déficit público a costa de incumplir el acuerdo de financiación que firmó. Y esta crítica no excluye de responsabilidad a las comunidades, ya que hay algunas que seguirían incumpliendo su objetivo de déficit aunque el Estado les diese lo que les debe.

–¿Incluidas algunas con Gobierno del PP?

–Hay algún caso en el que nos hemos apartado de la ortodoxia, pero también el Gobierno tiene una responsabilidad por no reconocerlas, por ejemplo, la población que las corresponde y por imponerlas un acuerdo de financiación distinto al acordado.

–Su partido no apoyó ese acuerdo al que ahora apela.

–El Gobierno cambió un sistema acordado con todas las comunidades por otro pactado con dos partidos concretos. En mi opinión, es un mal acuerdo, pero muchísimo peor aún es incumplirlo.

–Por rematar, ¿la base del pacto de concentración que pide sería que el Gobierno incrementase la financiación que les está dando y que les autorice a tener más déficit?

–Yo no estoy pidiendo más dinero para gastar, sino que el Gobierno cumpla el acuerdo de financiación. Y si no puede hacerlo, que lo diga, y que en consecuencia haga una contrapartida por el lado del gasto. Es de sentido común, si no puedes gastar un dinero que no tienes, entonces deberás gastar menos. Pero no puedes decirle a las comunidades que gasten menos teniendo el mismo nivel de exigencia en el gasto. Por ejemplo, si el Estado no puede pagar la ley de Dependencia, tendrá que hacer una moratoria en su aplicación o buscar una alternativa.

–Que el Gobierno cargue con el «muerto» de que no se pueden mantener algunas prestaciones.

–Que asuma su responsabilidad por no cumplir con sus obligaciones en materia de financiación. El Gobierno pretende poner en las manos de los presidentes autonómicos las tijeras de un recorte que él está provocando por la insuficiencia financiera a la que nos está sometiendo.

–¿Las comunidades no han hecho nada mal? ¿No tienen que asumir ninguna responsabilidad en la ruina del modelo autonómico?

–Todos hemos hecho cosas mal. Las comunidades nos hemos gastado en 2008 y 2009 el dinero que el Estado nos decía que había en ingresos que luego no se produjeron. También nos equivocamos al creer que el Estado iba a cumplir el acuerdo de financiación que obligó a firmar en el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

–Sólo se han dejado engañar. ¿Ellas no han engañado?

–Es verdad que también ha habido comunidades que gastaron más de lo que tenían y que no pagaron lo que debían. Hay incumplimientos por parte de todos. Pero la mayor responsabilidad es de un Gobierno que ya fue juzgado en mayo. Ahora se trata de ver si nos sentamos en una mesa para buscar una solución para equilibrar los ingresos y los gastos.

–Puede haber quien piense que ahora pide una solución porque están a punto de ganar las generales y quiere limitar al máximo los daños que reciba Rajoy.

–Ya me gustaría que cuando gobernemos en España haya presidentes autonómicos que hagan ofrecimientos leales desde la lealtad. Si hemos de tomar decisiones difíciles, tomémoslas juntos. Si no hay dinero, busquemos alguna solución. Pero pasar este tramo final de Legislatura sin hacer nada supone que en marzo seremos más pobres y tendremos más deuda, más déficit y muchas más facturas sin pagar.

–Y eso lo tendrá que gestionar Rajoy si se cumplen las previsiones de las encuestas.

–¿Pero ése no es el pacto? El pacto era que Zapatero se quedaba para hacer las reformas que necesitaba su país, costaran lo que costaran. Eso les dijo a los españoles en el Debate del Estado de la Nación. ¿O la solución es dejar España cuanto mejor peor para que Rajoy herede la peor situación con la que se ha enfrentado un presidente del Gobierno?

–¿Qué margen de maniobra tendrá Rajoy en ese supuesto?

–Tendrá que decirle la verdad a los españoles y gestionar esa realidad. Deberá explicarles a los españoles cómo están sus propiedades, sus hospitales, sus centros de salud, sus universidades y sus servicios públicos. Si somos capaces de explicarlo y que los ciudadanos nos entiendan, nos ayudarán a aplicar nuestro programa.

–¿La herencia que recibirá Rajoy se puede gestionar sin más recortes que una poda a la grasa que le sobra a la Administración Pública?

–Ese ajuste de la Administración es muy importante.

–¿Pero con eso bastará? ¿No harán falta más recortes?

–Rajoy es un político previsible, que no dice una cosa sólo para conseguir un titular, y eso ya es un importante avance. Si además tiene un plan de reformas que ejecutará gradualmente, eso también ayuda. Si somos capaces de bajar la prima de riesgo, de facilitar financiación a las empresas y de ganar credibilidad, habrá un cambio de escenario.

–No ha contestado a la pregunta de si harán falta más recortes.

–No lo sabemos. Hace falta una política fiscal distinta; hay que bajar el coste de la Seguridad Social; hay que facilitar y subvencionar los contratos indefinidos; hay que recuperar el crédito en España y recuperar un diálogo social comprometido y valiente. Cuando la máquina se ponga a funcionar, en el camino ya veremos. Es probable que en algunos sectores haya que hacer nuevos ajustes... Pero el principal ajuste es no gastarnos 30.000 millones de euros en el desempleo y no pagar por cada cien puntos básicos de deuda doce mil quinientos millones de euros al año en intereses. Se nos hizo la misma pregunta en el 96. También entonces se dijo que íbamos a acabar con las pensiones y dejamos en herencia el mayor fondo de la historia. Y se nos dijo que teníamos una agenda pública para privatizar los servicios públicos y dejamos el contador de la Sanidad a cero y un Estado de Bienestar garantizado.

–¿Qué le parece el giro a la izquierda de Rubalcaba?

–Un cambio de sillas en la mesa del Consejo de Ministros es una solución bastante débil para los problemas que tiene el PSOE. Siete años en el Gobierno de Zapatero es mucho más revelador que cualquier discurso o campaña de imagen.

–¿Comparte su propuesta de reforma de la Ley Electoral?

–Yo soy partidario de una Ley Electoral que permita que el partido más votado gobierne, aunque no tenga mayoría absoluta, o que las coaliciones sean preelectorales y no de espaldas a los ciudadanos cuando éstos ya han votado otra cosa. Desconozco si su propuesta incluye esto que el PSOE no ha permitido tantos años en muchos ayuntamientos y comunidades. Sería un buen punto de partida para comenzar a hablar sobre una reforma.

–¿Es un rival peligroso?

–Las elecciones no están ganadas. El histórico resultado que conseguimos el 22-M llegó porque ningún candidato dio por hecha la victoria antes de que cerrasen las urnas.

–¿Cómo ve desde Galicia la rehabilitación de la izquierda abertzale?

–Jurídicamente, lo ocurrido debería servirnos para revisar si los asuntos juzgados por el Tribunal Supremo, que afectan a la jurisdicción ordinaria, no deben dejar de ser revisables por el Tribunal Constitucional. Y en el plano político, cualquier español de buena fe se pregunta si lo que ha ocurrido con Bildu es por casualidad o responde a un pacto del Gobierno con ETA. Habrá que ver qué ocurre en las próximas elecciones. Hoy es evidente que se han retrocedido muchos años en la lucha antiterrorista y que los que quieren utilizar las instituciones para imponer su terror han vuelto a tener oxígeno.

–Y cuando usted se hace la pregunta de si esto es casualidad o se debe a un pacto del Gobierno con ETA, ¿qué respuesta se da?

–Quiero creer a mi Gobierno, pero hay motivos para tener dudas. Nosotros ya hemos dicho que Bildu no podía estar en las instituciones y también hemos dicho que el Gobierno no había hecho todo lo que debía hacer para evitar que Bildu se apropiase de las instituciones.

–Con un socio del que no se fían y que piensan que no cumple íntegramente el Pacto Antiterrorista, ¿qué sentido tiene mantener el espejismo de su vigencia?

–Por encima del socio está el compromiso con la libertad y con la lucha contra el terrorismo. Aunque el socio no nos guste, es el que tenemos, y sabemos que a ETA le gustaría que rompiéramos el Pacto Antiterrorista.

http://www.larazon.es/noticia/2362-alberto-nunez-feijoo-el-gobierno-quiere-que-las-regiones-asumamos-sus-recortes

La mitad (Fito Páez)

(Vecino de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo, convertida en una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas, repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún disfraz progresista, como lo hicieron los que “no votaron a Menem la segunda vez”, por la vergüenza que implica saberse mezquinos.

Aquí la mitad de los porteños prefiere seguir intentando resolver el mundo desde las mesas de los bares, los taxis, atontándose cada vez más con profetas del vacío disfrazados de entretenedores familiares televisivos porque “a la gente le gusta divertirse”, asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en revistas de ¿moda?, sentirse molesto ante cualquier idea ligada a los derechos humanos, casi como si se hablara de “lo que no se puede nombrar” o pasar el día tuiteando estupideces que no le interesan a nadie. Mirar para otro lado si es necesario y afecta los intereses morales y económicos del jefe de la tribu y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.

Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo. Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no cabe otra. Dícese así: “Repulsión por la mitad de una ciudad que supo ser maravillosa con gente maravillosa”, “efecto de decepción profunda ante la necedad general de una ciudad que supo ser modelo de casa y vanguardia en el mundo entero”, “acceso de risa histérica que aniquila el humor y conduce a la sicosis”, “efecto manicomio”. Siento que el cuerpo celeste de la ciudad se retuerce en arcadas al ver a toda esta jauría de ineptos e incapaces llevar por sus calles una corona de oro, que hoy les corresponde por el voto popular pero que no está hecha a su medida.

No quiero eufemismos.

Buenos Aires quiere un gobierno de derechas. Pero de derechas con paperas. Simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina, que no van a entregar tan fácilmente lo que siempre tuvieron: las riendas del dolor, la ignorancia y la hipocresía de este país. Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing. Eso es lo que la mitad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires quiere para sí misma.

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-172084-2011-07-12.html

Ian Blair y la tortura (Robert Fisk)

No mucho después de la guerra de 34 días entre Hezbolá e Israel, en 2006 –en la que Israel llegó a su marca casi rutinaria de matar mil 300 libaneses, la mayoría civiles (Hezbolá mató 130 israelíes, la mayoría soldados)–, recibí una larga carta de un hombre de apellido Blair. No lord Blair de Isfahan (como ahora hay que llamarlo), sino sir Ian Blair, comisionado de la policía metropolitana que luego fue obligado a renunciar por Boris Jonson en uno de los abusos políticos más flagrantes que se hayan hecho jamás del cargo de alcalde de Londres.

La carta me impactó, primero porque no es habitual que reciba cartas de policías, y segundo porque fue escrita a mano en dos hojas por los dos lados. Me invitaba a tomar un té con él en Scotland Yard la próxima vez que estuviera en Londres.

Era una oportunidad demasiado buena para perderla. Lo había perturbado mi columna sabatina del 12 de agosto de 2006, en la cual, según él, fui muy injusto con su segundo de a bordo, Paul Stephenson –hoy, el comisionado–, quien había alardeado en una conferencia de prensa de haber aplastado la red terrorista más grande de la historia. Había impedido que múltiples atacantes suicidas se hicieran estallar en aviones comerciales en vuelo sobre el Atlántico, y así lo confirmaron procesos judiciales subsecuentes.

Mi problema era que mientras observaba a Stephenson faroleando en la BBC –en una de esas raras horas en que había electricidad durante la guerra en Líbano–, Israel perpetraba actos de verdadero terror en Beirut (y Hezbolá cometía algunos más pequeños en Israel). Me habría encantado, escribí, tener a Paul y sus muchachos para detener algún terror real... el cual tal vez estaba conectado con esas "conjuras terroristas" en Europa.

Entonces llegó la carta de Blair. Pero lo que la hizo más extraña fue que, cuando pasé por Londres, no hubo mención alguna de Paul Stephenson. Fue como si el tema se hubiera borrado de la mente de Blair. El funcionario se mostró amigable, pero estaba claro que otras preocupaciones lo embargaban. Acordamos hablar fuera de libreta, pero como de entonces para acá Blair ha escrito lo que sus editores llaman su "historia interna", no veo por qué no deba ahora recordar nuestra reunión.

Salió a relucir la palabra tortura. Blair rumiaba un muy serio problema moral: le perturbaba actuar con base en información de inteligencia procedente de Pakistán que pudiera haber sido obtenida por medios que la policía metropolitana no recomendaría.

Y vaya que no. Los chicos de seguridad en Lahore, Pindi o Karachi son muy capaces de cortar con navaja partes de los genitales de un hombre o violar a sus familiares si la información tarda en llegar. (Ya hablaremos de un tal Jean Charles de Menezes.) “Obtengo información –me dijo– y encontramos en Londres las armas exactamente donde los paquistaníes dijeron que estarían. Y entonces, ¿qué hago? ¿Paso por alto lo que me dicen y pongo en peligro vidas de londinenses? No, tengo que actuar a partir de esa información.”

Pero, le pregunté, ¿proporcionaba él información a los paquistaníes? Me dijo que no tenía ningún contacto con ellos. Sin embargo, apunté, cada cierto tiempo se realizaba una junta de una unidad llamada Centro de Análisis Conjunto sobre Terroristas, en la cual participaban cuerpos de seguridad británicos y el propio Blair. ¿Acaso él no daba información a nuestros servicios de seguridad, que después la transferían a los paquistaníes? Sin duda éstos regresarían a su país a extraer más datos a aquellos infortunados. Blair pareció doblarse en el asiento y murmuró: "Tendré que pensar en eso".

Blair era el comisionado cuando los bombardeos del 7/7 de 2005, y le preocupaba la conducta de jóvenes británicos de origen paquistaní. No era culpa de los padres, decía. La vieja generación vino a Gran Bretaña a trabajar, a disfrutar de la buena paga y las condiciones de vida, y se sentía feliz de ser británica. Fueron los jóvenes, que crecieron aquí y, luego de visitar la tierra de sus padres, se preguntaron qué hacían en Gran Bretaña.

Me pareció una apuesta segura: en ningún lado del mundo ha habido un atacante suicida de 60 años. Pero me di cuenta del problema de Blair: era un diversificador, un liberal, y acabó tratando de averiguar si la diversificación del país había errado el camino. La mayoría de los diarios la tomaron contra él, se peleó con sus propios compañeros de la policía y acabó decapitado por Boris. En nuestra reunión me pareció un poco abatido.

Su único intento de humorismo fue una deliciosa anécdota de cómo Eliza –Manningham-Buller, directora del MI5– perdió toda su compostura luego de "la conjura de las bombas", cuando un oficial de seguridad del aeropuerto, con celo excesivo, los echó a todos por si llevaban material para fabricar bombas. Fue la única vez en su vida, contó Eliza a Blair, en que “estuvo a punto de decir: ‘¿sabe quién soy?’”

Tal vez lo que deprimía a Blair era el caso de Jean Charles de Menezes, trabajador brasileño totalmente inocente que fue abatido a tiros en el metro de Londres por policías que lo tomaron por un atacante suicida. Al levantarme para despedirme, le pregunté por él. “Creo que su periódico le dio el ángulo correcto –dijo–. El titular decía: ‘En el lugar y el momento equivocados’. Eso fue... y volverá a ocurrir.”

Bueno, gracias a Dios que no. Pero no olvidaré esa última acotación. Como solía decir John Gordon en el viejo Sunday Express: es como para enderezarse un poco en la silla, ¿no?

(© The Independent)

(Traducción: Jorge Anaya)

http://www.jornada.unam.mx/2011/07/12/opinion/028a1mun

Terrorismo de Estado (Xabier Makazaga)

(Autor de "Manual del torturador español")

Un claro referente del PSOE en lo que concierne a las víctimas del terrorismo, el catedrático de Ética de la Universidad de Deusto Xabier Etxeberria, afirma que existen dos tipos de terrorismo, el de «grupos con motivación política armados frente al Estado» y el ejercido por «el propio Estado a través de una violencia que quebranta gravemente los derechos humanos y que tiene en la tortura su expresión máxima -terrorismo de Estado-». Y reconoce «la existencia de víctimas [del terrorismo] tanto por parte de ETA como por parte del Estado».

Al PSOE le encanta el discurso de Etxeberria respecto a las víctimas de ETA, pero hace oídos sordos a lo que dice en relación a las víctimas del Estado, y niega la realidad tanto presente como pasada del terrorismo de Estado español. Por eso se ha opuesto a que sean considerados víctimas del terrorismo los cinco trabajadores que fueron asesinados por la Policía en Gasteiz el 3 de marzo de 1976. Y otros muchos miles más.

Su objetivo es negar la existencia de conflicto político alguno y para ello debe ocultar a toda costa el terrorismo de Estado. Especialmente, su expresión máxima, que es la tortura, aunque para ello tenga que volver a contradecir de plano a Xabier Etxeberria, quien afirma que dicha lacra «no se ha desterrado, se ha hecho secreta». Secretismo que denuncia con firmeza porque «por un lado, garantiza la impunidad del torturador y, por otro, deja sumida a la víctima en el mayor desamparo no sólo en el momento de ser torturada, sino en el momento de reclamar la justicia y la reparación debida por lo que se le ha hecho».

Ante ello, Etxeberria subraya la importancia de continuar la batalla por desterrar la tortura, y recomienda tratar de «hacerla pública, de hacer que se sepa, de airearla con vigor», pero el PSOE hace justo todo lo contrario. Silencia cuanto puede los casos de tortura y hace caso omiso de las recomendaciones de todos los organismos internacionales que trabajan para erradicar esa lacra.

Así, ha tratado a miles de víctimas de la tortura de mentirosas, exigiéndoles unas pruebas que el régimen de incomunicación hace casi siempre imposibles. Y se encierra en un negacionismo flagrante, recono- ciendo tan sólo los casos de torturas en las bien escasas ocasiones en las que hay torturadores condenados en firme, y negando que al Estado le quepa responsabilidad alguna por dichos casos.

Mentira esta última que cae por su propio peso, ya que la gran mayoría de los torturadores condenados en casos relacionados con el conflicto político vasco han sido indultados por el Gobierno español. Y dado que tanto ellos como el resto han sido posteriormente condecorados, ascendidos, y promocionados a puestos de innegable importancia, es absurdo que quieran hacer creer que se trata de manzanas podridas que actúan al margen del Estado.

Ese negacionismo de la realidad de la tortura por parte del PSOE está también en abierta contradicción con otra de las ideas claves de Xabier Etxeberria, quien defiende el imprescindible reconocimiento de todo el daño causado como base de resolución del conflicto que vive Euskal Herria. Un reconocimiento de ambas partes del conflicto, por supuesto, y que incluya a todas y cada una de las vulneraciones de los derechos humanos y de las víctimas que las han sufrido.

Pues bien, mientras una de las partes del conflicto nunca ha ocultado su responsabilidad en el mismo, la otra se niega en redondo a aceptar la suya. El PSOE sí que ha empezado a dar algunos tímidos pasos con la ponencia sobre las «víctimas de motivación política» por parte del Estado, pero por el momento se niega a admitir su existencia a partir de mediados de la década de los 80 y mucho me temo que seguirá priorizando la mentira y el negacionismo en lo que concierne a la gran mayoría de las víctimas del terrorismo de Estado. Y no digamos nada del PP.

Por eso es tan importante exigir que se constituya cuanto antes una Comisión de la Verdad que esclarezca todo lo sucedido durante estas décadas de conflicto, para que sea posible llegar a la verdad, el reconocimiento y la reparación de todas las víctimas. De absolutamente todas. Y también es imprescindible denunciar una y otra vez que, mientras ETA respeta escrupulosamente su tregua unilateral, el Estado por su parte se jacta de no estar en absoluto en tregua y sigue practicando impunemente la tortura. Y cometiendo otras graves violaciones de derechos humanos.

De todos modos, no creo en absoluto que en las actuales circunstancias vayan a poder seguir así durante mucho tiempo. Bien es verdad que las denuncias de torturas se han incrementado aún más desde que ETA decidió de forma unilateral no realizar acciones armadas, pero estoy persuadido de que se verán obligados a adaptarse, y a ir prescindiendo del terrorismo de Estado. El motivo es simple: la razón básica a la que atienden es a la cuenta de resultados costo/beneficio, y en esta nueva situación dicha práctica terrorista les va a resultar políticamente cada vez más cara.

¡Espero no equivocarme!

http://www.gara.net/paperezkoa/20110712/278334/es/Terrorismo-Estado

El giro jacobino (Enric Juliana)

Misión cumplida. El PSOE difundió ayer dos vídeos, un making off de la proclamación de Rubalcaba y otro con dirigentes del partido explicando sus sensaciones. También se puede ver a Zapatero, Rubalcaba, sus esposas y equipos abandonando el Palacio de Congresos.

Al poco de llegar a Madrid, en la primavera del 2004, tuve una larga conversación con un personaje del Partido Popular –un hombre de altas cualidades intelectuales– que había tenido importantes responsabilidades en el tiempo de José María Aznar. La recuerdo bien aquella conversación. Fue mi bautizo en Madrid. Fue la primera vez que intuí el revés de la trama.

La recuerdo muy bien porque me di cuenta de la enorme distancia entre los lenguajes de Madrid y Barcelona. No los idiomas; los códigos de la ciudad en la que, desde hace siglos, se asienta el poder del Estado y una Barcelona con medio poder y muchas ensoñaciones. Lo recuerdo bien. Una larga sobremesa en un restaurante del barrio de El Viso.

–¿Cuál era vuestro proyecto, de haber ganado las elecciones?, pregunté.

–Dejar tumbado a Zapatero con su delirante alianza con Esquerra Republicana, para pactar con el PSOE la única reforma constitucional que procede en España que es la reforma de la ley electoral. Implantar una ley como la alemana, que exige un porcentaje mínimo a nivel nacional, con el consiguiente cambio de dinámica Catalunya y el País Vasco, sobre todo en Catalunya, donde lo más razonable sería el modelo CDU-CSU (la alianza estable de la derecha bávara con la unión demócrata cristiana alemana).

Me acuerdo tanto de esa conversación –mi interlocutor, un castellano impecable, fue adquiriendo el afilado perfil de un personaje de El Greco a medida que avanzaban las sombras de la tarde–, que este pasado sábado pegué un respingo al oír como Alfredo Pérez Rubalcaba proponía la reforma de la ley electoral con acento alemán. Me hallaba en los sótanos del palacio municipal de Congresos, en un rincón de la sala de prensda, porque a Rubalcaba hay que escucharle siempre con mucha atención. Con el timbre irónico del profesor que sabe que más de la mitad de sus alumnos no acaban de captar el alcance de la lección, el primer ministro añadió: "Propondré la reforma de la ley electoral y he de deciros que a mí me gusta mucho el modelo alemán".

Caray. España, país de federalismo vergonzante, puesto que el engendro del Estado de las autonomías, hijo de la improvisación y el apaño, jamás de los jamases será federal; país sin federalistas, que se parte de risa cada vez que recuerda la locura de la Primera República, se pone a pensar –¡en plena crisis económica!– en la ley electoral que regula el más complejo y equilibrado de los estados federales europeos. Caray, caray, caray. El sábado volví a tener noticia del revés de la trama.

La ley electoral alemana hace honor a la ingenieria tedesca. Es un engranaje muy complejo –tanto que el Tribunal Constitucional ha exigido a los legisladores que introduzcan mayor claridad en su articulado– que podría resumirse de la manera siguiente. Los electores depositan dos papeletas, con la primera eligen de manera directa al diputado de su pequeña circunscripción, y con la segunda votan una lista de partido en colegio regional (länder). En este segundo escrutinio, para obtener un número de diputados adecuadamente proporcional a los votos emitidos, los partidos tienen la obligación de superar el límite del 5% en todo el territorio nacional; por debajo de ese umbral, menos diputados. Ese mecanismo redujo, por ejemplo, la representación del Partido del Socialismo Democrático (hoy Partido de la Izquierda), inicialmente radicado en los länders del Este por ser hijo del antiguo partido comunista de la RDA.

La traslación de la ley electoral alemana a España reduciría de manera sensible la representación parlamentaria de Convergència i Unió y del Partido Nacionalista Vasco, rebajaría los humos catalanistas que aún quedan en el PSC, y supondría, reforma constitucional mediante, un verdadero cambio de régimen. Una nueva arquitectura.

Caray, Rubalcaba, cuánto juego que va a dar el 15-M.

La Vanguardia, 11 de julio de 2011, pág. 15

"Sudán del Sur soy yo". Antiguos niños soldado y refugiados buscan otra oportunidad en el nuevo país africano

Primer partido de la selección nacional. Un joven sursudanés luce una camisa hecha con la nueva bandera del país, ayer ante el primer partido de su selección nacional de fútbol, contra el equipo de Kenia, en la capital, Yuba

Xavier Aldekoa

Una neblina de polvo y calor se cuela entre las paredes de hojalata y le da un aire de misterio a su expresión. Asusta un poco. Junto a sus pies, reposan dos cervezas de medio litro vacías y tiene otra en la mano. Medio llena. "Tú no eres de por aquí", dice con cierta sequedad. Sólo hay otra persona en una suerte de bar-chabola en un barrio inmigrante etíope junto al aeropuerto de Yuba, así que no hay duda de que se dirige al chico blanco.

"Bienvenido a nuestro nuevo país, gracias por estar aquí", añade. Su tirantez inicial no es impostada. Peter Marial –luego dirá que tiene treinta años– es un tipo duro. A la fuerza. Cuando tenía doce fue niño soldado en Sudán. Como tantos. En agosto del 2006, las Fuerzas Armadas de Sudan (del norte) admitieron que había 19.000 niños soldado en sus filas y Naciones Unidas denunció que en los diversos grupos armados del sur también era una práctica habitual alistar a menores. Incluso detectaron un niño de nueve años en el frente. Según Unicef, del 2001 al 2006 se desmovilizaron 20.000 niños del Ejército de Liberación del Pueblo (SPLA en inglés), las fuerzas armadas del actual Sudán del Sur.

A Marial el final del conflicto le pilló ya mayor. A la cuarta cerveza se le desata la lengua y empieza a recordar. "En el año 1992 me reclutaron. Me llevaron a luchar al bosque y tuve que cuidar de mí mismo. No había mucha comida, pero resistí", señala.

El año en que Barcelona enseñó sus Juegos Olímpicos al mundo, Marial se quedó sin niñez. Al principio no le dieron un arma. Primero debía acompañar a los soldados más mayores que él y demostrar que podía vivir en el bosque.

"A veces estabas varias semanas allí metido, si llovía dormías mojado. Era muy duro, mucho, pero luché por mi país y estoy orgulloso", dice. Después de un tiempo le dieron un fusil y disparó convencido. "Sudán significa tierra de negros, es nuestra tierra. El norte nos ha olvidado; ellos viven en ciudades con edificios altos, coches y calles asfaltadas. En el sur no hay nada. Además, quieren imponer el islam, que no se pueda beber alcohol y esas cosas. Nosotros no somos así, y ahora seremos libres para ocuparnos de nosotros mismos", explica. No dejó las armas hasta el año 2005, cuando el acuerdo de paz empezó a cerrar algunas heridas.

–¿Entraste en combate? –pregunto con ingenuidad.

–Claro, varias veces –contesta.

–Debe ser duro disparar a alguien...

–No.

Marial es amable pero rehúye las preguntas incómodas sobre el pasado con frialdad. Prefiere hablar del futuro. En realidad, luchó toda su vida para poder soñar con ello.

Como Marial, tras veintiún años seguidos de guerra civil, en la que hubo más de dos millones de muertos y cuatro millones de desplazados –que se suman a otras dos décadas de conflicto, iniciado un año antes de la independencia del Reino Unido, en 1956–, Sudán del Sur ya ha tendido suficiente pasado oscuro.

Marial empezó a estudiar enfermería hace cinco años. Se quiere pasar al otro bando. "Cuando el país estaba en guerra, yo luché. Ahora hay paz y libertad y me gustaría ayudar a curar a la gente. Antes vivía cerca de la muerte y ahora, cerca de la vida. Sudán del Sur es un país de gente como yo. Nosotros somos este país", asegura.

- El regreso de los niños perdidos.

No todos lucharon cuando estalló la guerra en Sudán. A la vuelta de una calle sin asfaltar, Matur Makur mata el tiempo entre risas con tres amigos. Los cuatro llegaron a Yuba hace sólo un mes. Los cuatro fueron niños refugiados. Con seis años, Makur huyó de la capital sursudanesa cuando la guerra se acercó demasiado. Sus padres vivían en la aldea y él había ido a probar suerte a la ciudad. Se fue para evitar que le alistaran. “Me escondí en los bajos de un camión y pasé la frontera a Uganda y luego Kenia. Sin comida. Fue peligroso”, dice. Pasaron cinco años en campos de refugiados pero con la independencia han decidido volver. “Hemos venido para ver cómo está la situación. Queremos encontrar trabajo. Si lo conseguimos, diremos a nuestras familias que vengan”. De momento el trabajo se les resiste. “La independencia nos traerá alguna oportunidad, seguro”, dice. Desde el acuerdo de paz del 2005, la población de Yuba se ha triplicado: roza el medio millón de habitantes.

- “Hay otro foco de violencia, ahora contra la etnia nubia”.

M. Paz López

El misionero comboniano español Jorge Naranjo alerta de “otro foco de violencia, ahora contra la etnia nubia”, en curso desde inicios de junio en el estado de Kordofan del Sur, en zona norsudanesa limítrofe con el ahora independiente Sudán del Sur. En Kordofan viven negros nubios, “que en la guerra lucharon junto a los sursudaneses; los nubios son abiertos; los hay cristianos y musulmanes, incluso en una misma familia, y se oponen a implantar la charia islámica”, explica Naranjo, en Madrid para curarse de tuberculosis. Lleva desde el 2008 en la periferia de Jartum, capital norsudanesa.

A las elecciones a gobernador en Kordofan concurrían un candidato del partido norteño y otro nubio pro-sureño; “parecía lógico que ganara el nubio, pero ha salido el del norte, lo cual es muy sospechoso”, afirma Naranjo. El ganador ha sido Ahmed Haroun, que fue brazo derecho del presidente norsudanés, Omar Hasan al Bashir, en los crímenes en Darfur; ambos son reclamados por el Tribunal Penal Internacional.

En Kordofan, soldados gubernamentales del norte –el norte es de mayoría árabe islámica– están atacando a los nubios, sean cristianos o musulmanes. “Ha habido bombardeos, los nubios son acosados, los cristianos huyen al sur, ha ardido la catedral anglicana de Kadugli, capital de Kordofan... Y se habla de 40.000 desplazados, pero podrían ser muchísimos más”, enumera Naranjo.

Hay 90 combonianos en los dos Sudán; tres de ellos son españoles, de los cuales uno es mujer. Tienen el apoyo de la entidad Ayuda a la Iglesia Necesitada.

La Vanguardia, 11 de julio de 2011, pág. 10

La corrupción golpea a Rousseff

En la ciudad olímpica. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, inauguraron esta semana un teleférico en Río

Fernando García

Nuevos escándalos en Brasil aún después de la dimisión de dos ministros por enriquecimiento irregular.

El hedor de la corrupción empieza a ser insoportable en Brasil. La prensa no da abasto con tanto escándalo. Sólo en este último mes, dos ministros han tenido que irse a casa por enriquecimiento irregular. El viernes, el fiscal pidió miles de años de cárcel para 36 políticos de la era Lula da Silva por montar una red de sobornos a parlamentarios. Y ayer, O Globo revelaba una investigación sobre cobro de comisiones del 50% en contratos para la reconstrucción de los pueblos asolados por las lluvias torrenciales de enero en el Estado de Río de Janeiro, que dejaron 900 muertos.

Hay más. También ayer, O Estado de São Paulo abría su edición informando de un supuesto arreglo entre el gigante petrolero Petrobrás y una empresa del senador Eunício Oliveira para ganar un contrato de 135 millones de euros. Oliveira pertenece al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMBD, centroderecha), segundo de los once coligados en el Gobierno.

El asunto de las mordidas que habrían mediado en los trabajos de retirada de escombros en municipios de la Serrana do Río tras la catástrofe de enero alcanza al Partido de los Trabajadores (PT): el de Dilma Rousseff y Lula. El Ayuntamiento de Teresópolis, regido por el PT, es el más salpicado por la denuncia que un empresario involucrado formuló ante la fiscalía a cambio de inmunidad. Su informe pasó a engrosar el dossier de la investigación que el ministerio público tenía ya abierta por indicios de descontrol en el uso de 45 millones de euros rápidamente consignados para la reconstrucción.

El caso muestra “lo peor del ser humano”, decía ayer O Globo: “Mientras los equipos buscaban supervivientes, funcionarios y empresarios habrían concertado el reajuste de las propinas (comisiones) para aprobar contratos sin licitación y embolsarse dinero destinado a los más necesitados”. El diario mencionaba “un reajuste” porque, antes de la tragedia, las comisiones eran “normalmente” del 10%.

La pesadilla de los escándalos empezó para Dilma Rousseff en mayo, cuando trascendió que su ministro de la Presidencia, Antonio Palocci (PT), multiplicó por veinte su patrimonio en los cuatro años en que fue diputado y consultor privado al mismo tiempo. Dimitió el 7 de junio. Menos de un mes después, el 6 de julio, el titular de Transportes, Alfredo Nascimento (Partido da República, también en la coalición), siguió el mismo camino al conocerse que el capital de una empresa de su hijo pasó de 27.000 euros a 23,5 millones. Palocci y Nascimento eran ex ministros de Lula ya él debían su retorno al Ejecutivo con Rousseff.

La presidenta viene mostrando mano dura ante las feas revelaciones. Pero todo indica que la pesadilla está lejos de terminar. Las obras del Mundial y la Olimpiada, cuyos costes no dejan de subir, están en el punto de mira. Rousseff y Brasil mismo se juegan su prestigio ante el mundo.

La Vanguardia, 11 de julio de 2011, pág. 8

¿Arde la SGAE? (Fermín Cabal)

(Dramaturgo)

No, todavía no. Pero arderá si los autores no lo impedimos. Los hechos, confusos y contradictorios, se suceden a velocidad vertiginosa, lo que contrasta con la bucólica placidez con la que el señor Bautista y sus colegas han pastoreado el tranquilo rebaño durante más de 20 años. Es verdad que de vez en cuando se ha escuchado algún balido quejumbroso, pero casi siempre se han arreglado las cosas por las buenas y todo ha seguido en calma bajo un cielo pastelero de nubes blancas y algodonosas. Y de pronto, quizá como reflejo de la indignación creciente entre los ciudadanos desengañados, escarnecidos y saqueados por la casta política que parasita nuestra democracia al servicio de la todopoderosa banca, la gente se pone a gritar, a insultar, incluso a agredir a los desdichados que caen de la carroza fugitiva al duro polvo del camino donde son pateados mediática y domésticamente con singular ahínco por la multitud. En medio de este barullo, ¿no habrá llegado la hora de pensar?

Nos jugamos mucho. Nos jugamos el esfuerzo de miles de autores que han luchado por sus derechos (tan legítimos como los de cualquier otro vecino) a lo largo de muchos años, que incluyen los oprobiosos lustros de cuyo nombre no quiero acordarme. Nos jugamos también nuestra honorabilidad profesional, hoy en entredicho porque la opinión pública y sus gestores identifican constantemente al dramaturgo, al músico, al cineasta, al coreógrafo, con la actuación de una sociedad pública, la SGAE, de la que, en muchos casos, hemos sido víctimas y que, en puridad democrática, no nos ha representado porque la masa social ha sido excluida sistemáticamente de las decisiones y ni siquiera se le permite votar en las elecciones.

Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la SGAE. Pero no a costa de destruirla, como sus enemigos quisieran. Necesitamos una entidad de gestión que nos represente, pero esa entidad debe ser nuestra, y nunca más de un grupo oligárquico que al amparo de una supuesta ideología progresista ha hecho y desecho a su gusto sin contar con los socios. Por eso el llamamiento que circula en los últimos días reclama insistentemente la unidad. Y aunque no somos nadie para imponer nuestro criterio, ni lo pretendemos, hemos dejado bien clara nuestra opinión: defender la SGAE, exigir responsabilidades políticas y penales a los corruptos y proceder a una reforma radical de los estatutos y del reglamento electoral, contemplando el fin del régimen de voto censatario (¡Ya no estamos en el siglo XIX!), abriendo las listas electorales y limitando los mandatos de nuestros representantes (que nos representan a nosotros y no a la entidad). Y por ello nuestro principal objetivo en estos momentos es claro: convocar una Asamblea Extraordinaria en la que los socios podamos debatir estas cuestiones.

¿Lo conseguiremos? Todo el mundo parece estar de acuerdo, pero quiero señalar algunos obstáculos que pueden ser desastrosos. El primero, la situación de descomposición de la Junta entrante. Algunos de sus miembros han querido firmar nuestro llamamiento y dimitir públicamente de sus cargos. Se lo hemos desaconsejado: deben asumir sus responsabilidades con generosidad y evitar que con su huida los acólitos del señor Bautista, los que parece que tienen mucho miedo a que la gestión se transparente, cierren filas y empujen a la masa social a actuaciones desesperadas. Claro que el señor Bautista está cada vez más solo y sus últimos días en el búnker están siendo patéticos y desoladores, viendo como sus aliados de ayer le vuelven la espalda. En su delirio sigue creyendo, como Hitler, que todavía puede ganar la guerra y resistir hasta que sus amigos de la vieja guardia psoelista tomen el poder. Y de momento ha conseguido algunas cosas importantes, la principal, retrasar la intervención judicial y la requisa de papeles y ordenadores hasta después de las elecciones. Hasta el día después, para ser exactos. ¿Qué hubiera ocurrido si la Guardia Civil se hubiera presentado unos días antes, como parece ser que estaba previsto? Pues que ahora no estaríamos suplicando a unos señores que, lo queramos o no, han sido elegidos legalmente.

Pero el escenario del déspota pataleando en el búnker no es el peor posible. ¿Qué pasaría si, como pretenden algunos miembros del Colegio de Editores, en la junta del próximo martes, se defenestra, por las malas, o se le invita a ausentarse (con un suculento contrato blindado que clama al cielo) por las buenas al desdichado, para sustituirle por «un candidato neutral, con experiencia de gestión, que conozca bien los problemas de la sociedad»? Es decir, que tengamos más de lo mismo. Que ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Y que tratarán de parchear los agujeros y sacar de la ruina a la Sociedad porque como consecuencia de la burbuja inmobiliaria (qué mala es esa burbuja) parece que la SGAE ha crecido desproporcionadamente adquiriendo un enorme patrimonio inmobiliario que hoy grava catastróficamente nuestra economía. Otros, en cambio, prefieren decir que la gestión ha sido irreprochable y que la culpa de la ruina que amenaza viene del saqueo de fondos que sistemáticamente se ha hecho durante años por una camarilla de sinvergüenzas. O a lo peor ha sido la confluencia de las dos torrenteras la que se ha llevado por delante nuestra plácida campiña en la que hasta ayer pastábamos tan tranquilos.

Porque esa es otra, los autores no hemos sabido estar a la altura de las circunstancias. Era un secreto a voces que alguien se lo estaba llevando, y en la intimidad, como parece que les gusta hacer a los españoles, son muchos los que han jurado en arameo, pero a la hora de salir a la calle se callan prudentemente. Lo hemos comprobado con nuestro llamamiento: la gente de cine y de teatro ha respondido masivamente. ¿Y los músicos? Pues los músicos guardan silencio. El señor Bautista ha reinado con su asenso. Cuando ha sido necesario ha repartido prebendas y prebendillas entre sus filas: que si la presentación de tu disco, que si te llevamos a un festival, que si organizamos una rueda de prensa… Y como los músicos son absolutamente mayoritarios en nuestra sociedad, no podemos felicitarnos del todo por el éxito de la convocatoria: apenas Antonio Carmona, Cristina del Valle, Pelayo Morlango, Alejandro Sanz, Patricia Kraus, Rosa Leóny una veintena de compañeros más se han atrevido a firmar. Y lo más trágico: algunos de los que dijeron en las primeras horas que firmaban, se han echado atrás, después de recibir la visita de los capos mafiosos frunciendo la ceja. No me resisto a reproducir aquí las palabras de un relevante músico, de gran talento, que se comprometió a firmar y luego nos envía un email diciendo: «Lo estáis haciendo muy bien. Pero es normal que todo el mundo ande aún con pies de plomo». ¡Aún! O sea que este valiente está esperando a ver caer al moro muerto para darle sus buenas lanzadas. Pero ojo, el señor Bautista no es un moro muerto, es un Campeador, y como el glorioso Cid puede seguir ganando batallas con su cadáver atado a la poltrona.

No podemos permitir que la Junta saliente, salpicada por la corrupción, sea quien decida sobre estas cuestiones trascendentales y por eso los firmantes del llamamiento les pedimos -y se lo pedimos también a los integrantes de ambas candidaturas- que lleguen a un acuerdo para crear, por consenso y no a dedo, una Gestora Unitaria que convoque una Asamblea General y unas nuevas elecciones. Nos jugamos mucho.

El Mundo, 11 de julio de 2011, pág. 19

Alfredo y la socialdemocracia populista (José Maria Triper)

“José Luís, te quedan dos años”. La profecía de Felipe González en la Plaza de Toros de Valencia, durante la conmemoración del centenario del Grupo Parlamentario Socialista, se hizo realidad el sábado. En un Comité Federal preparado y diseñado para la exaltación del candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba se hacía con todo el poder en el PSOE, y con él volvía también la llamada “vieja guardia”.

No había más que ver las caras de satisfacción de barones como Javier Solana, Manuel Chaves, José María Barreda, Marcelino Iglesias o Pepe Griñán para comprobar que la estrategia de recuperación del socialismo, iniciada en ese mitin de Valencia, había culminado y la socialdemocracia felipista volvía a ser la razón de identidad de un partido al que las demagogias, las indecisiones, las contradicciones, los engaños y los múltiples bandazos de ocho años de “zapaterismo” habían dejado sin identidad, sin ilusión y sin programa.

Y eso es, precisamente, lo que buscaba el candidato el sábado. Recuperar la ilusión de los votantes sobre la base de la recuperación de la identidad perdida y el esbozo de un proyecto de programa inspirado en los presupuestos de la socialdemocracia pero sazonado con controladas dosis de populismo y guiños a la izquierda y a los “indignados” del 15-M. Que todo vale para afrontar esta “misión imposible” de dar la vuelta a las encuestas.

Un discurso el de Rubalcaba en el que perfiló los ejes de su proyecto político: dedicar parte del beneficio bancario a crear empleo, recuperar el impuesto del patrimonio para los más ricos y reformar el sistema electoral. Un modelo de “escuchar, hacer y explicar” que se desarrollará durante la campaña que arrancará tras el verano con la Conferencia Política, y que, como apuntaba acertadamente Gaspar Llamazares fue una auténtica moción de censura a Zapatero, mal disimulada con un abrazo para la galería entre ambos líderes que, a más de uno de los asistentes, le recordó a la Rendición de Breda.

Hábil estratega y curtido en mil batallas internas y exteriores, Alfredo es un animal político de los de antes. Nada que ver con la mediocridad imperante hoy en la clase política española. Buen parlamentario y con capacidad de gestión, ha buscado, de inmediato, unos referentes fácilmente identificables por los electores y un chivo expiatorio sobre el que descargar las responsabilidades de los recortes sociales y de la penuria económica a que nos han conducido los errores de un gobierno del que él todavía hoy forma parte. Y ese chivo expiatorio son los bancos. “Pronto, muy pronto”, dijo el candidato, “habrá que pedirles a las cajas y los bancos que den una parte de sus beneficios para la creación de empleo.” Una perla del socialpopulismo, que acompañó con la promesa de que “habrá dinero” ya que “los bancos y las cajas pueden y los jóvenes no pueden esperar”.

Como también suena a socialdemagogia populista la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, aunque en esta ocasión dirigido a los “grandes patrimonios que existen y que, afirmó, tienen que colaborar con aquellos que más han sufrido en la crisis”.

Y, como no podía ser menos, el giro controlado hacia la izquierda del discurso se centró directamente sobre el paro. El principal problema de los españoles y que definió como “lo urgente”, es decir, la prioridad de la nueva política del PSOE, para después dar paso a las condiciones para la creación de “una economía sana y competitiva”, a unas mejoras de la igualdad de oportunidades y unos cambios en la política y en la democracia.

Y es en este punto, donde Pérez Rubalcaba esbozó, sin concretar, algunas de esas “soluciones” que dijo tiene para la creación de empleo, al apuntar que las energías renovables, el cambio climático y las personas mayores son los tres sectores en los que, en su opinión, puede producirse una mayor creación de empleo en los próximos años.

- Eurobonos.

Y para demostrar que sabe escuchar, como dice su eslogan de campaña –hacer y explicar ya veremos si le dejan-, Rubalcaba recogió el reto de los “indignados” del 15M para pedir a sus compañeros de partido “austeridad pública y privada”, al tiempo que avanzó que en la conferencia política que celebrará el PSOE en septiembre y de la que saldrá el programa electoral se abordará un cambio en el sistema electoral para que sea “más proporcional y más cercano”.

Eso sí, para evitar caer en excesos y, consciente de que los ecos de su discurso se escuchaban también en Bruselas y el FMI, Alfredo aseguró que cumplirá con el pacto de los países del euro para reducir el déficit e hizo una defensa cerrada de la política como medio para “cambiar el mundo”. “Hay gente que razonablemente duda de que los votos sean más importantes que los mercados”, dijo, añadiendo que los políticos debían recuperar el control.

Propuso también bonos de la zona euro para defenderse de los especuladores, una fórmula que ya ha sido descartada por líderes europeos mientras buscaban respuestas a las crisis fiscales de Grecia, Portugal e Irlanda, que han amenazado con arrastrar a España.

Como no podía ser menos en un socialista que se precie, el candidato defendió decididamente la sanidad pública, que calificó de “sagrada e intocable”, y se comprometió a no cambiar ninguna de las leyes educativas en vigor aunque propondría cambios en la selección del profesorado para asemejarla a la formación de los médicos españoles. Habría que recordar, a este respecto, que él fue, en su etapa de ministro de Educación con Felipe González, uno de los artífices del actual modelo educativo que, por cierto, nos ha colocado a la cabeza del fracaso escolar de la Eurozona.

- El efecto Rubalcaba .

A sus 59 años, Alfredo Pérez Rubalcaba asume ahora los dos retos más difíciles de su dilatada vida política, relanzar un partido semihundido y cambiar el signo de unas encuestas que dan por ganador al Partido Popular que, hoy le saca hasta 14 puntos de diferencia, tras la dura derrota electoral en los comicios autonómicos y municipales del pasado 22 de mayo.

Para ello, además de con las ideas apuntadas en su discurso de proclamación, cuenta con el apoyo de la mayoría de los barones del partido y ya ha consolidado un núcleo duro en el seno del Gobierno, en el que figuran dos de sus clásicos, como el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, y el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui. Y a ellos hay que sumar al ministro de Trabajo, ValerianoGómez, y al de Fomento, José Blanco.

Valeriano está tomando ya un destacado protagonismo como portavoz del giro a la izquierda que pretende vender el candidato, quien cuenta con él como puente para recomponer las relaciones con la UGT. Y respecto a Blanco, que también se ha puesto a la cabeza de la cruzada contra las entidades financieras, quienes conoce bien a ambos coinciden en destacar su buena sintonía con Rubalcaba y su alejamiento progresivo de las tesis del presidente del Gobierno.

Con estos mimbres los socialistas esperan que el “efecto Rubalcaba” logre recuperar la confianza de sus votantes, desencantados con la gestión de Rodríguez Zapatero. Además, Alfredo sabe que ha llegado su momento. Por eso ha terminado por aceptar los consejos de Felipe González y otros compañeros de la “vieja guardia” que le habían recomendado públicamente no quemarse más y marcar distancias con el Gobierno y con su Presidente. Es consciente de que, ahora sí, ha empezado su carrera hacia La Moncloa, que es uno de los políticos mejor valorados de los españoles, y no oculta que lo tiene muy difícil, pero Rajoy sigue sin despegar en las encuestas sobre la valoración de líderes y, como él mismo recordó el sábado, “en esta campaña electoral nada está escrito y nada está decidido de antemano”.

El Economista, 11 de julio de 2011, pág. 58

La escalera de incendios (Ignacio Camacho)

HAY algo que no se les puede negar a los socialistas, y es lealtad a las siglas y moral de combate. Con unas encuestas como las que tiene en contra Rubalcaba y una derrota tan dolorosa y reciente a cuestas, en el PP se habría producido una grave crisis de liderazgo y de confianza, y en sus reuniones de partido brillarían los puñales y las navajas cachicuernas. Brotarían candidatos de diverso pelaje respaldados por banderismos mediáticos y en el propio electorado hubiese cundido una mezcla de cainismo y desánimo. El PSOE, en cambio, herido de gravedad en términos objetivos y sumido en una depresión moral severa, ha sido capaz de cerrar filas y aglutinarse alrededor de un candidato de emergencia rescatado de su memoria histórica, una elección que en otras circunstancias hubiera constituido una invitación al harakiri colectivo. La socialdemocracia ha apretado los dientes y tocado a rebato con unidad digna de elogio, pasando por encima incluso de sus propias reglas internas —las primarias— y aplastando con rigurosa disciplina cualquier intento individual de regeneracionismo. Hasta Zapatero se ha dejado basurear sin objeciones y parece dispuesto a entregar el mando a distancia del Gobierno a un heredero que ha zarandeado su política para escapar del naufragio.

Y todo ello sin apenas expectativas razonables de conservar el poder, sin otra meta que la de alcanzar una derrota honrosa, la de evitar una catástrofe que deje a la izquierda para los leones, triturada a merced de una refundación histórica. Sólo para salvar los muebles. El reagrupamiento socialista en torno a un superviviente del felipismo constituye un retroceso objetivo de una década que devuelve al PSOE a la etapa prezapaterista y convoca el fantasma de Almunia, presentado en su momento con el mismo halo pragmático y sensato del que ahora pretende rodearse Rubalcaba. Se trata de un movimiento autodefensivo motivado por el instinto de supervivencia, pero revela la incapacidad del partido para fabricar un liderazgo contemporáneo. Detrás de Zapatero no había nada, o lo es que resulta aún peor, no había más que un tardozapaterismo aún más bisoño y menos fiable. Colocada ante la necesidad imperativa de sobrevivir a unas circunstancias de adversidad extrema, la izquierda española ha rebuscado en las cenizas de un período de esplendor caducado. Lo ha hecho con unidad y orden, sin espectáculos fraccionarios, pero emitiendo a la sociedad un mensaje de agotamiento ideológico y esclerosis generacional.

Rubalcaba no representa una esperanza de renovación ni una baza de futuro, sino una opción de rescate. Una escalera de seguridad por la que escapar del edificio en llamas del zapaterismo, a punto de desplomarse sobre sus propios escombros. La fe con que los socialistas se agarran como mal menor a su experiencia demuestra hasta qué punto ha fracasado la democracia bonita.

http://www.abc.es/20110711/opinion/abcp-escalera-incendios-20110711.html